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CAPÍTULO VII
Sobre el género de los nombres. No hay nombres comunes. Los nombres propios no tienen género.
Nada hay más inseguro en gramática que el género, afirma Vergara en su gramática griega. Por ello no debe extrañar que llamemos masculino al nombre que lleva la marca hic, femenino al que lleva la marca haec, y neutro al que lleva la marca hoc. En ello he seguido a Varrón, quien en el libro segundo de su De analogía dice así: "Llamamos masculino no al nombre que se refiere a un varón, sino al que lleva antepuesto hic o hi; y femenino al que lleva antepuesto haec o hae". La doctrina de Diomedes es la misma. Y se salen de la opinión de Varrón quienes refugiándose en el significado dicen que son masculinos los nombres de varón; pero el significado, según la opinión de Varrón, no es materia del gramático, "porque", dice, “e1 objetivo de la gramática no es explicar el significado de las palabras, sino su uso”. Otros dicen que es masculino el nombre al que se le puede añadir un adjetivo masculino. Con razón ciertamente. Pero yo me pregunto cuáles son esos nombres, ya que se me obliga antes a analizar cada nombre y su significado que a decir cuáles son masculinos y cuáles femeninos. Por otro lado, en lo que se refiere a los nombres griegos en -os, a los cuales recurren constantemente los latinos, hay tanta confusión entre los griegos que no se sabe si estamos ante un masculino, un femenino o un ambiguo. Y a ver quién normaliza la situación griega, cuando Aristóteles dice ὁ λέων, hablando de la leona, y οἱ ὄρνιθες τίκτουσιν, es decir “estas aves paren”. Y Homero dijo τόν αἴγα y τούς οἴας refiriéndose a machos; y ὄνος , asno, ἄρκτος, oso, ἔλαφος ciervo, se encuentran unas veces en masculino y otras en femenino, como muchos nombres de árboles, que muchas veces se encuentran en griego en masculino; de ahí Ennio, imitándolos, dijo: Rectosque cupressos; y Marcial: Paladius lotus; Plinio, en el libro 16: Arbores quos tubulos uocant; el mismo, al hablar de los plátanos: Folia eorum tenerrima; de ahí que leamos en la Sagrada Biblia: Praepara tibi buxos multos; y de nuevo: Quasi libanus non incisus uaporaui habitationem meam. Así, pinaster, oleaster, pyraster son, por su terminación, masculinos; pero si se dice magna oleaster, falta arbor, como se dirá en el capítulo de la elipsis. Por fijar algo definitivo respecto al género, digamos que sólo hay dos géneros, que son los dos géneros naturales; efectivamente, se llama genero porque a través de los machos y de las hembras se propaga el "género" humano. Y el caldeo, el hebreo, el sirio, el púnico, el español, el francés, el italiano y otras muchas lenguas tienen sólo dos géneros. El género neutro no es un auténtico género, sino que es la negación de ambos géneros, como la indica perfectamente la denominación griega: οὐδέτερον. No es, pues, un género compuesto de los otros dos, como decían los necios, sino que es la negación de ambos. Este género lo aceptaron los griegos, de donde lo han tomado los latinos. Género común llamaban los gramáticos a aquel que convenía por igual al macho y a la hembra, de manera que, si se pone solo un nombre de este género, no se puede saber si se está hablando de macho o de hembra. Así homo, sacerdos, agricola, uates, sus, bos. Este razonamiento es débil y cojo: si fuera cierto, siempre haría falta poner junto a estos nombres un adjetivo, para poder distinguir. Por otro lado, en contra de la filosofía, habría que aceptar que un mismo nombre significa al mismo tiempo dos o más cosas, lo cual va contra Platón, en el Cratilo, y contra Aristóteles, quien sostiene que los homónimos, a los que los ignorantes llaman equívocos, significan ciertamente dos cosas, pero una en propiedad y otra por derivación basada en una cierta similitud. En otro lugar he demostrado lo mal que interpretaron estas palabras aquellos que se llaman a sí mismos aristotélicos. Yo afirmo, pues, que no hay nombres comunes para el macho y para la hembra ni nombres ambiguos entre aquellos con los que aludimos a los animales. Fue, pues, un error de los gramáticos considerar como ambiguos los nombres talpa, dama, panthera, bubo. Reconozco ciertamente que hay muchos nombres epicenos, que significan al mismo tiempo el macho y la hembra, pero no por igual: efectivamente, con homo, latro, miles, comes, sacerdos, uates, miluus, coruus, elephantus entendemos primero el macho; y si queremos referimos a la hembra, habrá que decir sacerdos foemina o elephantus foemina. Y, a su vez, con ballaena, dama, aquila entendemos primero la hembra y si queremos referimos al macho diremos aquila mas o ballaena mas, como explicaré más adelante al hablar de la elipsis de foemina. Paso aquí por alto la ridiculez de aquellos que redujeron los epicenos al campo de las aves y de los cuadrúpedos. Está bien claro que no entendieron lo que significa la palabra "epiceno" en griego. De ahí que la tradujeran muy mal al latín. Esta palabra no puede traducirse al latín con un solo término; significa, en efecto, sexo común, pero sobresaliendo uno de los dos, como si se dijera "supercomún". Esto no lo entendió César Escalígero; de ahí que, para difamar a los griegos, pretende que los latinos utilizaron un término más apropiado. Pero citemos sus palabras, para entenderlo todo mejor; dice: "Es inaceptable que no citaran a algunos animales por su propio género; esta negligencia en griego se llama género epikoino; muy mal, porque koinos llamaban a aquella palabra que comprendía los dos géneros, de manera que cuando se refiere a uno de los dos, no puede tener la preposición epí, ya que esta preposición añade cantidad en matemáticas, como ocurre en epitrito; mejor los latinos, que utilizaron el término promiscuo". Hasta aquí Escalígero. Un poco mejor Quintiliano, en el libro 1, cuando dice: "Epicenos son aquellos nombres en los que aparecen los dos sexos por medio de uno". Hay que advertir, sin embargo, que el género epiceno no afecta al gramático, sino al rétor o al lingüista. Efectivamente, si a un niño se le pregunta qué género es aquila y dice que es epiceno, no dice nada, si no dice que es epiceno femenino. Los nombres comunes, pues, tal como son entendidos por los gramáticos, no existen. Efectivamente, como ya hemos dicho, inútiles serían giros como uidi uatem, uidi sacerdotem sin adjetivos, si los nombres significaran por igual ambos géneros. Y es que, si no hay en la naturaleza ningún género animal que tenga igualmente potentes ambos sexos, en vano va a existir un nombre que designe algo que no existe. Y para mí no son una objeción los hermafroditas o los andróginos, ya que en esos hermafroditas siempre prevalece uno de los sexos. Yo creo que tengo razón cuando establezco, con Quintiliano, que epicenos son aquellos nombres en los que se expresan los dos sexos por medio de uno solo. De todas formas, para distinguirlo, los antiguos solían añadir mas o foemina, según los casos; así aquilae mares, Piscis foeminae. A veces, sin embargo prescindían de esta marca, de forma que daba la impresión de que se expresaba un masculino a través de un femenino y viceversa; así, si se dice murem foetam, cuando mus es claramente masculino. Para que esto quede más claro y evidente, oigamos al propio Quintiliano: "Existen tambien figuras en los nombres respecto al género; efectivamente, en Virgilio encontramos oculis capti talpae y timidi damae; pero subyace una razón: que ambos sexos se expresan con una sola forma; efectivamente, los topos (talpae) y los ciervos (damae) son tanto machos como hembras". Hasta aquí Quintiliano. Virgilio, cuando dice cum canibus timidi uenient ad pocula damae y atque oculis captifodere cubilia talpae está recurriendo a la figura de la elipsis. Se fija, en efecto, no en la forma de la palabra, sino en el significado de macho, ya que talpa y dama son epicenos. Y siempre que hacemos una concordancia distinta de la exigida por la forma, estamos ante una silepsis, si pensamos algo distinto de lo que decimos, o ante una elipsis, si falta un nombre genérico, con el que concierta el adjetivo. Voy a aducir algunos ejemplos de silepsis; otros, búscalos en el capítulo sobre la silepsis. Terencio: Mea Glycerium, quid agis? Glycerium de acuerdo con la terminación es neutro, como lo son todos los diminutivos en -on en griego: así τὸ γλυκέριον, suauium; τὸ ἀνθρώπιον, homunculus; τὸ ἀνθρωπάριον, homuncio; τὸ γραιδίον, uetula. Esto lo señaló Quintiliano en el libro 1, cap. 4, cuando dijo: "O nombres que con terminación femenina expresan machos, o con terminación neutra expresan hembras, como son Muraena y Glycerium". Y el mismo Quintiliano, un poco más adelante, como explicándose, dice: "En la misma especie hay nombres femeninos con los que se expresan machos, y neutros con los que se expresan hembras, como son Muraena y Glycerium". Y el mismo Quintiliano, un poco más adelante, como explicándose, dice: "En la misma especie hay nombres femeninos con los que se expresan machos, y neutros con los que se expresan hembras". Pero esto ya lo había enseñado Varrón, en el libro segundo de su Analogía: "De la misma forma que decimos si unos zapatos son de mujer o de hombre en función de su forma, aunque hay mujeres que se ponen zapatos de hombres y viceversa, así también se puede decir, con forma de femenino, uirum Perpennam y Marcum Leccam"; es como si dijera que Perpena, Leca, Musa en Antonio Musa y María en Juan María son sobrenombres femeninos, pero son tenidos por masculinos porque van junto a nombres masculinos y se refieren a hombres. De Prisciano son estas palabras: "También se encuentran femeninos en -e larga, aunque sólo sea en nombres griegos, como Taygete, Euterpe, y, figuradamente, en -um, como Glycerium mea, Dorcyon y Philotium". Prisciano dice "figuradamente"; lo mismo opina Linacro. Así pues, en latín se dice: haec mulier est nonus miles, nonus comes, ignauus agricola; de la misma forma decimus: hic homo estfera bellua, y taurus maxima uictima, y aurum est dux bonus, y uinum optimus index, y hoc animal est testis bonus. Pero cuando Cicerón dijo Naturam bonam ducem, y Valerio Máximo antiquorum simplicitas certissima index y, hablando de Marsella, securitatis Gustos acerrima, estamos ante la figura de la silepsis, como lo estamos en la frase de Plauto, referida a una mujer, Qui hoc commercaris ciues homines liberos, y en la de Terencio, referida a una muchacha, Quum eius tam negliguntur internuntii, y en la de la tan repetida en la historia de Abrahán en la Biblia: mortuum meum, referida a Sara. Los ejemplos de elipsis búscalos en donde hablamos de la elipsis de foemina, fabula, urbs, nauis, herba. Que dejen, pues, ya de hacer ruido los gramatistas, a los que el propio Calepino acusa de ignorancia, a propósito de la palabra homo en la frase ciceroniana quoniam homo nata erat. Y es que ahí homo no tiene ningún adjetivo, como no lo tiene en tua filia nata erat homo; se podría haber dicho nata erat animal, como Terencio dice en Phormio: Virum me natam uellem. Los adjetivos no tienen género, sino terminación o, por hablar en términos gramaticales, máscaras adaptadas al género; así la terminación -us se adapta al masculino, la terminación -a al femenino, la terminación -um al neutro. Así pues, el género sólo está en los sustantivos y, una vez conocido el género del sustantivo, se busca la terminación apropiada para el adjetivo. De manera que, si no existiesen los adjetivos, nadie se preguntaría por el género gramatical; y tampoco se preguntaría nadie por él, silos adjetivos tuvieran una sola terminación, como parens, coniux, infans, adolescens, iuuenis, senex, pauper, diues y otros así. Y no debe extrañar que algunos adjetivos carezcan de alguna terminación, por su poco uso, en singular o plural, principalmente la neutra, como ocurre con el adjetivo alma que, a pesar de ser adjetivo, muy raras veces se encuentra en masculino y nunca en neutro. Así también noua nupta, aunque el participio sea nuptus, como lo demuestra el texto de Plauto en Casina: Nouum nuptum, cum nouo manto. Así también entre los griegos pótnia, ueneranda; y uictrix, y ultrix, considerados con razón adjetivos por Escalígero en singular, ya que en plural no hay duda como lo demuestran las frases arma uictricia y ultricia tela; en Lucano encontramos uictrici dextra. Por eso Prisciano dijo que estos nombres hacen el ablativo en -e o en -i porque son adjetivos. Por último, hay que tener en cuenta el significado natural de la palabra, aunque el uso no sea el responsable total de su naturaleza; efectivamente, no porque la hembra sea la que queda preñada hay que concluir con los ignorantes que el adjetivo praegnans sea sólo femenino, pues encontramos escrito praegnans buis cerebrum, y al foemur del mismo Júpiter lo llamanos foetum, y scanditfatalis machina muros foeta armis, y grauidum equum troianum. Pero, pienso, estarás esperando que te demuestre que los términos que he citado a modo de ejemplo son adjetivos. El primer criterio que hay que utilizar es que es adjetivo todo nombre en el que se pueda establecer una comparación, como senior, junior, adolescentior, ya que la cualidad es propia de los adjetivos, y no de los sustantivos. En lo que respecta a parens, dice Festo: Parens viene de pario y es un participio; efectivamente; parere, entre los antiguos se decía también del hombre, como el griego τίκτω entre los griegos;Homero: ὁν ἀθάνατος τέκετο Ζεῦς también en el Digesto parere se dice de los hombres, como en una cita del poeta Cecilio recogida por Monio Marcelo. En cuanto a coniux es todo aquello que está bajo el mismo yugo. En cuanto a los demás adjetivos citados en este capítulo, mira en el capítulo de la elipsis las palabras ui,; foemina, puer y homo. Queda una cosa que nadie ha advertido: los nombres propios de hombres, ciudades, ríos, montes y demás así, no pueden tener género gramatical. Efectivamente, como ya he advertido repetidas veces, si no existieran los adjetivos, no existiría el género gramatical; en efecto, si se dice reuereor patrem, ne laedas hominem, exclude canem, de nada sirve preguntarnos por el género, si no se añade una adjetivo; de aquí se deduce claramente que no se debe buscar el género en aquellos nombres a los que no se puede anadir un adjetivo: así ego, tu, sui y los nombres propios de hombres y dioses; así en ego sum hispanus se suple homo; míralo en el capitulo de la elipsis en la palabra homo; en magna Tarentum se suple urbs; mira en el capítulo de la elipsis los términos urbs, arbor, fluuius, mensis etc. Ahora hay que clarificar la causa de por qué los nombres propios no aceptan adjetivos. Lo que es propio y singular está hasta tal punto separado de los demás, que da la impresión de que no puede ser colacionado ni comparado con otro ninguno. Y si no puede ser comparado, no admite cualidad ni cantidad: no se dice en efecto urbs parua sino en la medida en que es comparada con otra. De manera que si a Roma se le quiere poner el adjetivo magna, se está indicando con ello que hay otra Roma parua, lo cual es inaceptable. Así pues, hay que decir Roma est magna, donde se suple urbs y Petrus est albus, donde se suple homo, ya que es albus en cuanto que es homo y no en cuanto que es Petrus. Yo sé que los seudosofistas de nuestra época piensan de otra forma; pero que aprendan del mismo Aristóteles que ellos deliran y que nosotros estamos en lo cierto. Efectivamente, en la primera Filosofia, en el libro 5, capitulo 9, dice: "Los singulares no aceptan determinaciones, ya que no se dicen de muchos"; y en el libro 7, capítulo 4 y en el mismo libro, capítulo 15, dice así: "Los singulares no aceptan determinación, ni definición ni, consiguientemente, análisis; ἀει γὰρ ἔστι πᾶς ὅρος καθόλη, es decir, toda definición es universal". Los hebreos además señalan que los nombres propios no aceptan artículo porque son suficientemente conocidos por sí mismos. Y no debe hacerte cambiar de opinión el hecho de que digamos Athenas doctas, uestros Metellos, nostros Cicerones, ya que ningún plural es realmente un nombre propio. Efectivamente Athenae en otro tiempo fue un conjunto de olivares que después se reunieron en una sola ciudad; y Parisii (París) en plural, porque eran muchos paesi; y Burgi en plural, porque eran muchos pyrgi, es decir, torres; y mi patria chica Brocae (Brozas) porque antiguamente había muchas chozas, que recibían el nombre de brocae. Tampoco son nombres propios los nombres de dioses cuando se utilizan en lugar de aquello que ellos protegen o representan: así dubio Marte, dura Tellus y ardens Vesta. |
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