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Texto latino

CAPÍTULO I

 

Sobre la construcción de los verbos. Se rechazan

los verbos impersonales de los gramáticos.

 

     En la construcción verbal hay que tener en cuenta dos cosas: la concordancia y el régimen. Concordancia es la mutua relación entre nombre y verbo, en el sentido de que el nombre pasa a ocupar el lugar o la persona exigidos por el verbo; esta unión muestra que el verbo es personal.

     Régimen es la manifestación de la valencia y del efecto del verbo en algo; en este sentido el verbo aparece como activo o como pasivo.

     Hablemos, pues, primero de la concordancia de los verbos personales, y después del régimen de los activos y pasivos.

     "Los antiguos", dice Fabio, "nos hablaron sólo de verbos, nombres y conjunciones; concretamente, pensaban que en los verbos está la sustancia del discurso, en los nombres la materia -ya que una cosa es lo que hablamos y otra de lo que hablamos-, y en las conjunciones la unión entre ellos". Hasta aquí Fabio. Así pues, si una oración consta, de la misma forma que las demás cosas que tienen naturaleza, de forma y de materia, es evidente que no se formará nunca una frase sin nombre y sin verbo. Esto lo expresó con gran elegancia Platón, en su diálogo Sobre el ser, con estas palabras: "Huésped: Las expresiones mediante las cuales significamos la naturaleza de las cosas son de dos tipos. Teeteto: ¿Cuáles?. Huésped: Una se llama nombre y otra se llama verbo. Teeteto: Háblame de ambos. Huésped: La expresión mediante la cual nos referimos a la acción se llama verbo. Teeteto: De acuerdo. Huésped: El significante que colocamos a los agentes de la acción se llama nombre. Teeteto: Adelante. Huésped: Con sólo nombres colocados uno detrás del otro no se hace una oración, ni tampoco con sólo verbos proferidos sin nombres. Teeteto: Y ¿cómo eso?. Huésped: Eso ocurre en ambulat, currit, dormit, y otros verbos que signifiquen acción, cualesquiera que sean, aunque se digan todos los verbos, uno tras otro, en ese orden, nunca se formará una oración. Teeteto: Y ¿eso cómo? Huésped: Y de la misma manera, cuando se dice leo, ceruus, equus, y se aducen todos los demás nombres que se refieren a los propios agentes, tampoco con esta serie se hace una oración. Pues sucede que su expresión, si no se unen los nombres a los verbos, no significa, en ningún caso, acción ni pasión, ni tiene ningún significado natural, real o fingido. Pero cuando se unen, inmediatamente se produce una oración; y la primera unión entre ellos, aunque muy simple, es ya una oración. Teeteto: ¿Por ejemplo?. Huésped: si alguien dice homo discit, ¿negarás que ésta es la más elemental y pequeña oración?. Teeteto: Es cierto". Esto es lo que dice Platón extendiéndose aún más. Lo mismo afirma Aristóteles al comienzo del libro segundo del Peri hermeneias; de sus palabras deducimos que el verbo, por sí solo, sin un nombre supuesto, no es nada más que una palabra que no significa nada; por ello Platón y Aristóteles, al tratar del verbo, ponían siempre ejemplos en tercera persona, como sanatur, aegrotat, currit, dormit, pues, si hubieran dicho aegroto y curro, tendríamos ya un ejemplo de oración y no de verbo. En conclusión, cuando hay un verbo, si no se sobreentiende o se busca por algún lado un nombre supuesto, no habrá sentido alguno. De ahí que sean ridículos los impersonales de los gramáticos, impersonales totalmente rechazados por la doctrina de Platón y Aristóteles. Rechacemos también nosotros, uno por uno y con ejemplos, los impersonales de los gramáicos.

     Accidit, contingit, euenit, liquet y demás. No veo por qué son llamados impersonales, ya que nunca carecen de nombre supuesto. ¿Acaso es poco claro suponer que un infinitivo o toda una oración ocupen el lugar del nombre supuesto? Pero veamos ejemplos con nombres claramente expresos: Ovidio, en Metamorfosis 1: Mox ubi creuerunt naturaque mitior illis contigit; el mismo, en Metamórfosis 2: Nec contigit ullum uox mea mortalem. Pues bien, de la misma forma que decimos Accidit aegritudo, calamitas, morbus, así también se puede decir Accidit ut ille ueniret; Cicerón en la defensa de Milón: Qui dies quam crebro accidat, experti debemus scire; Terencio: En accido ad tua genua. Contingo es casi lo mismo que tango; Horacio: Nam neque diuitibus contingunt gaudia solis; Ovidio: Contigerat nostras infamia temporis aures. Euenire es lo mismo que uenire; pero esto no necesita ser demostrado.

     En el caso de los verbos erróneamente llamados de naturaleza, como pluit, fulminat, lucescit, Linacro y otros estudiosos están de acuerdo en sobreentender un nombre supuesto de significado emparentado; ésta es la causa por la que casi siempre aparecen en tercera persona, aunque no hay nada que impida que podamos decir que el verbo pluit tiene primera persona, siempre que el que hable sea Dios. Las oraciones enteras serían, pues: pluit pluuia, fulget fulgur, lucescit lux. Sin embargo, el nombre rectamente adecuado podrá ser sustituido por otro, como Deus pluit y pluunt lapides; Plauto, en Mostelaria: Malum quum impluit caeteris, non impluat mihi; Marcial, libro 4: Quae uicina pluit Vipsanis porta columnis; Tibulo, libro 2.: Multus ut in terras deplueritque lapis; Estacio: Saxa pluunt; Plinio, libro 2, cap. 6: Effigies quae pluerat spongiarum fere similis fuit; Virgilio: Non densior aere grando nec de concussa tantum pluit ilice glandis; el mismo: Magnus dum Caesar ad altum fulminat Euphratem; el mismo: Porta tonat coeli; Plinio, en el prólogo: Quanto tu patris ore laudes tonas; Cicerón: Ioue tonante et fulgurante; Terencio: Lucescit hoc iam; así hay que interpretar este texto de Terencio, ya que los antiguos llamaban al cielo Hoc; Plauto, Anfitrión: Eamus, Amphitruo, lucescit hoc iam; el mismo, en Gorgojo: Nam hoc quidem haud multo post luce lucebit; Cicerón, en la defensa de Milón: Et elucescet aliquando ille dies.

     Miseret, taedet, piget, pudet, poenitet tienen un nominativo de un nombre de significado emparentado, como dijimos al hablar de la construcción de genitivo; lo que sucede es que no aparece explícito, porque es evidente. Admiten, sin embargo, otros nominativos; Terencio, en Adelfos: Quem neque pudet quidquam, neque metuit quemquam; Ovidio a Pisón: Nec pudeat Phoebaea Chelys; Marcial. Nulli, Thai, nega: sed si te non pudet istud, hoc saltem pudeat, Thai: negare nihil; Plauto, en Pseudolo: Quod pudet facilius fertur quam illud quod piget; el mismo, en Mercader: Nihil, Charine, te quidem quidquam pudet; Lucano: Semper metuit, quem saeua pudebunt supplicia; Terencio en Formión: Quod te obsecro, ne plus minusue faxit, quod nos postea pigeat; el mismo, en Adelfos: Non te haec pudent?; Séneca, en el libro 1 del De ira: Ira ea taedet, quae inuasit, es decir, "es detestada y odiada"; Gelio, en el libro 1: Verbis eius defatigati pertaeduissent; Cicerón: Plura me ad te scribere pudet; donde un infinitivo está en lugar del nombre supuesto; Plauto, en Stico: Id ne pudet te?; el mismo, en Casina: Ita nunc pudeo atque ita nunc paueo; Valerio Flaco, en el libro 2, hablando de Vulcano: Adclinem scopulo inueniunt miserentque fouentque.

     Delectat, iuuat, decet, oportet, libet son verbos personales y auténticos activos, vayan en tercera persona o en otra. O ¿es que cuando se dice multos castra iuuant y hostem ferire iuuat, el iuuant del primer ejempo es personal y el del segundo impersonal? Ridículo. Cicerón, en la defensa de Balbo: Est enim aliquid quod non oporteat, etiam si liceat, quidquid vero non licet, certe non oportet; Terencio: Adhuc Archillis, quae adsolent quaeque oportent signa ad salutem esse, omnia huic esse uideo; el mismo: Haec facta ab illo oportebant, Syre; Lucano, libro 3: Non robore picto ornatas decuit fulgens tutela carinas; Cicerón, en Deberes 1: Nec uelle experiri quam se aliena deceant; id enim maxime quemque decet, quod est cuiusque maxime suum; Plauto, en Stico: Secundas fortunas decent superbiae; el mismo, en Pseudolo: Vbi lepos, iocus, risus, uinum, ebrietas decent; Marcial, en el libro de los espectáculos, al hablar de un león muerto: Herculeas potuit qui decuisse manus; supongamos que el león hablara; perfectamente podría haber dicho: Ego deceo manus Herculeas; Estacio, en Thebaida 10, hace un uso muy elegante de la primera persona, cuando un sacerdote se dirige a Apolo con estas palabras: Si non dedecui tua iussa tulique prementem; Columela, en libro 5 cap. 12: Mulieres quidem, si lactis copia premuntui; cythisum aridum in aqua macerari oportet; Plauto, en Mostelaria: Nam quod tibi lubet, idem mihi libet.

     Curritur, statur y ambulatur son auténticos personales y auténticos pasivos; así en trepidabatur a Caesare, donde falta trepidatio, ya que no puede haber oración sin nombre y sin verbo. Llamo "nombre", juntamente con Aristóteles, al propio nominativo. Esto ya lo vio Prisciano en el libro 18 y lo expuso así: "Si alguien analiza profundamente todos estos impersonales, comprobará que se refieren a conceptos contenidos en los propios verbos; y, si bien faltan la primera y la segunda persona, se trata de nombres en tercera persona; de ahí que encontremos participios: curritur cursus y decurso spatio". El mismo Prisciano dice poco después:"Según el testimonio de mi maestro el sabio Apolonio y de mi profesor Teotisto, en su Institución gramatical, estos verbos pueden tener sobreentendido un nominativo del mismo significado que hay en el verbo. Efectivamente, cuando se dice curritur, se sobreentiende cursus; y así, sedetur sessio, ambulatur ambulatio, euenit euentus, y otros semejantes. Y lo mismo hay que suponer en todos los verbos, incluso los absolutos, como ocurre en uiuo uitam, ambulo ambulationem, sedeo sessionem y curro cursum". Si los gramáticos hubiesen entendido estas doradas palabras de Prisciano, no habrían permanecido ofuscados entre tinieblas durante tanto tiempo. En cuanto a las palabras de Apolonio, si alguien las quiere conocer, son éstas, tomadas del libro 3: "A Sócrates le importa (μέλει), y le importa, pienso, aquello precisamente que conlleva el propio significado contenido en μέλει".

     En contra de Prisciano se manifiesta necia y rastreramente Agustín Saturnio, en el libro 3, cap. 1 de su sofístico Mercurio, al que suplantará nuestra Minerva. Sus palabras son éstas: "¿No tienes bastante, Prisciano, con caer tú en ligereza, sino que incluso tratas de arrastrar contigo a Apolonio y a Teotisto? Que los dioses te pierdan, Prisciano, juntamente con tu doctrina: efectivamente, en primer lugar suprimes todos los impersonales de terminación pasiva, ya que todos esos verbos en los que se sobreentiende un nominativo de ese tipo son realmente personales; y después, a todos ellos les da un significado pasivo. Pues bien, si este tu razonamiento fuese cierto, el mismo tendría que ser aplicado a los verbos de todo tipo y a toda su conjugación, ya que no hay razón alguna por la cual se pueda aplicar al presente y no a los otros tiempos. Así pues, el nominativo sobreentendido por ti para el presente, debe ser sobreentendido para el resto de la conjugación del verbo. Por lo cual, cuando Tácito dice procursum ab hoste, Cicerón Non est ab isto perseueratum, Plinio Cecilio A quibusdam reclamatum est, y Livio Migrandum est a parentibus, es aquí donde reclamo tu sabiduría, Prisciano; dime, hombre: ¿se puede sobreentender rectamente en estos verbos en pretérito perfecto ese tu famoso nominativo? Tú no haces ninguna excepción, ni en lo que se refiere al tiempo, ni en lo que se refiere a los impersonales. Ea, pues, corramos el riesgo: Procursum est procursus. Oh, dioses, ¿qué fenómeno es éste? Perseuerandum est perseueratio, proclamatum est proclamatio, migratum est migratio, sessum est sessio, ambulatum est ambulatio, peroratum est peroratio. ¡ Oh, corto de mente! ¡ Qué inteligencia esta tuya! ¿Qué forma de hablar, o mejor, qué locura es ésta?". Esto es lo que dice el listo de Mercurio.

     Escuchemos ahora a Minerva. Que los dioses te pierdan, Agustín, juntamente con tus cavilaciones. Efectivamente, Prisciano suprime todos los impersonales de terminación pasiva; y yo lo acepto de buen grado; pues, ¿qué persona sana no los suprimiría? Y es que todos esos verbos en los que se sobreentiende un nominativo de ese tipo son realmente personales, como tú mismo afirmas certeramente. En segundo lugar: Prisciano da a todos esos verbos un significado pasivo; yo también lo acepto, pues ¿qué locura es decir curritur, que se puede traducir por "todos corren", pugnatur, por "todos luchan", y uiuitur, que lo podría ser por "todos viven", aunque su mejor traducción sería "córrese", "peléase", "vívese", de la misma forma que hac melius itur in agrum lo traducimos por "por aquí se va mejor al campo"? Además ¿por qué se te ocurre a ti pensar que estos verbos tienen significado activo y no lo tienen los demás pasivos como amatur o legitur? Pues, si curritur ab omnibus significa "todos corren", ueritas amatur ab omnibus significa "todos aman la verdad", y caedimur ab hostibus, "los enemigos nos aniquilan". Te has dejado engañar por la chusma de gramáticos, chusma que carece totalmente de sentido común. La tercera objeción que pones a Prisciano es ésta: Si en curritur y ambulatur se sobreentiende cursus y ambulatio, en cursum est y ambulatum est habrá que sobreentender cursus y ambulatio. ¡Oh, corto de mente! ¿Qué locura te aqueja? Aquí habría que tratarte con látigos, y no con argumentos. O ¿es que desconoces que todos los verbos en -or carecen de pretéritos? ¿Qué locura te impulsó a decir que procursum est y perseueratum est son pretéritos del verbo? Son participios, Agustín; y cuando digo participio", digo "nombre adjetivo Decimos, en efecto, decursus est campus, decursa est aetas, decursum est spatium. En definitiva, cuando ponemos un participio o un adjetivo sin sustantivo en género neutro en lugar del sustantivo se suple o bien toda una oración -como sucede en nuntiatum est regem uenire-, o bien el infinitivo del propio verbo -como en pugnatum est, donde se sobreentiende pugnare-, o bien, finalmente, el sustantivo negotium -como en lectum est, donde falta negotium-. Y cuando decimos en activa uiuo, curro, dormio, es mejor sobreentender el infinitivo, que es el auténtico nombre verbal, como enseña Prisciano, que otro nombre; y le va mejor al verbo su propio infinitivo que el propio nombre verbal: así uiuo uiuere mejor que uiuo uitam, y curro currere mejor que curro cursum; y lo mismo ocurre en pasiva: curritur currere y cursum est currere. Esta es la doctrina de Prisciano, doctrina que tú en modo alguno has comprendido.

     De Prisciano depende Linacro, en el libro 6, cuando trata de la elipsis: "Compruebo", dice, "que Apolonio y Prisciano coinciden en sobreentender un apelativo del mismo significado en las formas pasivas de los verbos absolutos y de los demás verbos neutros que nosotros incluimos en el tercer grupo de los pasivos; así sedetur sessio y curritur cursus".

     Si somos sensibles a la autoridad de tan grandes maestros, yo no veo cómo es posible que éste establezca la existencia de impersonales y no acepte la de personales defectivos, en los cuales falta el nominativo, nominativo que es tan evidente que no se pone. Y es que si se trata de un nominativo diferente del nominativo del mismo significado del verbo, se hace necesaria su presencia, ya que en este caso es desconocido; Ovidio: Tum tertia uiuitur aetas; Marcial: Tota mihi dormitur hyems; Horacio: Magna minorue si res certabitur unquam.

     Lo dicho es suficiente para Agustín. Pasemos ahora al análisis de los verbos activos.

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