A PROPÓSITO DE LAURA FREIXAS


    Laura Freixas nace en 1958 en Barcelona, ciudad en la que también cursa  sus estudios.

    Escribe  novelas y  relatos cortos, en los que se mueve como pez en el agua, pero además es traductora del francés, (no en vano hizo su bachillerato en  el Liceo francés de Barcelona y  estudia al acabar la carrera en la École des Hautes Études de Paris)  y del inglés (ha sido profesora en diferentes universidades inglesas), e investigadora (se licencia en derecho con una tesina sobre Alejandra Kolontai).

    También es articulista (El País, Letras Libres, La Vanguardia), ensayista (Literatura y mujeres), y editora. Ha recopilado bajo el título Madres e hijas una antología de relatos de diversa autoría.

    Para que no nos perdernos en este maremagnum, he intentado hacer un acercamiento a la obra de la escritora clasificando el material anterior en tres grandes bloques: por una parte sus novelas y los relatos cortos, los artículos en otro bloque independiente, y, finalmente su ensayo.

    Por aquello de que los  últimos serán los primeros empezaremos por su Literatura y mujeres (Barcelona, ediciones destino, 2000), dejando para el final la narrativa.

    El ensayo es un género altamente peligroso, porque a menudo se corre el riesgo de caer en una pedantería disfrazada de intelectualidad que dificulta la lectura a aquellos que se acercan con ánimo de aprender o reflexionar sobre un tema muy concreto.

    El lenguaje grandilocuente, la sintaxis retorcida, giros inexistentes en nuestra lengua, páginas y páginas con citas interminables…bien, pues el ensayo Literatura y mujeres es un libro –de absoluto rigor científico y con una documentación desbordante- cercano, con un lenguaje claro, y una sintaxis ordenada, de modo que su lectura resulta amena, fácil y lo más importante, provechosa.

    Evidentemente una persona que hace un ensayo así no escribe de modo contrario sus artículos, ese es su estilo, pero ahora con la rapidez y la capacidad de síntesis que requiere un periódico. ¿Algo más?, sí, claro, la diversidad de temas abordados, y los múltiples puntos de vista que se nos aporta, y ¡ojo! sin perder de vista el buen humor con el que la autora acompaña sus opiniones.

    Tenemos ¿Escribes para mujeres?, ¡España sol, Rumanía Drácula!, Es peligroso remover al mártir, Intercambio de parejas, Las cigüeñas, El Harén, Revolución sexual, ¿Janes Joplin con canas?, Diversidad Chachi piruli, Las chicas de Amenábar… (recogidos en La Vanguardia, Quimera, Leer) por citar algunos, en los que se abordan temas como el sinsentido de pensar que una mujer escribe para un público femenino, los tópicos que acompañan a los países y que ellos mismos explotan para el turismo, usos indebidos en nuestra lengua por culpa de malas traducciones; cultura, organismos oficiales y lo que nos llega al ciudadano de a pie de todo eso…en fin sería imposible citar cada uno de los artículos, pero déjenme que les copie un pequeño fragmento de El Harén en el que después de recorrer la exposición de cuadros con hermosas jóvenes desnudas (recreaciones de quien posiblemente nunca había estado en Oriente), Laura descubre en un rincón unas fotografía: “Y he aquí que las huríes en cuestión son una docena de mujeres cejijutas, bigotudas, obesas, con unos inverosímiles vestidos hasta las rodillas que las hace parecer quesos de bola y unos calcetines blancos que dejan ver los pelos de las piernas, más que un harén parece, Dios me perdone, un equipo de fútbol” (La Vanguardia, 28-8-03). No me negarán que no tiene desperdicio.

    Y para terminar hablemos de sus novelas y sus relatos: El asesino en la muñeca (1998), Último domingo en Londres (1997), Entre amigas (1998), Cuentos a los cuarenta (2001), Amor o lo que sea (2005)…

    El calificativo que más he repetido a lo largo de todas mis lecturas es el de minuciosidad. Tiene Laura Freixas la capacidad de detenerse en los detalles  que acompañan tanto a personajes, como a paisajes; tanto a las estaciones como al tiempo, o a las cualidades, vean sino estos ejemplos: “Era invierno y fuera un viento fantasmal agitaba las hojas anaranjadas a la violácea luz de las farolas”, o esta otra del Ateneo barcelonés, “El Ateneo era un lugar anticuado y somnoliento, hecho con vigas , baldosas resquebrajadas y mesas para jugar al ajedrez, con ceniceros de latón dorado en las esquinas”.

    En cuanto a los personajes, cuando uno está leyendo sabe perfectamente cómo es el que actúa, calla o duerme, porque de ellos tenemos una descripción completa que, en ocasiones, la autora resuelve con cuatro pinceladas: “pelo corto, nada de maquillaje en la cara ancha y pecosa, ojos saltones”, y que en otras ocasiones dosifica, recrea lentamente, entrelazando rasgos físicos con la visión subjetiva que de él tenga otro personaje: “tu precioso óvalo de cara, la piel satinada, la nariz fina, el pelo castaño, los ojos verdes, solo desentonaban las cejas demasiado gruesas y la boca roja, recta, sin forma”.

    Sus personajes son ricos y diversos, diferentes y sorprendentes, cotidianos y conocidos. Están llenos de matices, algo que abarca a todos, principales o secundarios, nos son cercanos, los entendemos por increíble que sea la situación que estén viviendo, como es el caso de la pobre señorita Ernestina, (“Memoria en venta”, de El asesino en la muñeca) porque ¿quién no ha estado nunca tentado de deshacerse de sus recuerdos para poder vivir en paz, y quién no ha comprendido hace tiempo que sin ellos estamos muertos?

    Laura Freixas se detiene en la cultura de los setenta, en la realidad social de aquellos años, en el modus vivendi de la burguesía catalana, del mismo modo que nos habla de realidad e irrealidad, es decir se mueve en todas direcciones: las dificultades del escritor que comienza, el mundo de las editoriales, la trama de los premios literarios, y después deja este mundo real para llevarnos de la mano por el de los sueños: mundos en los que las palabras se multiplican sin medida, islas que sueltan amarras para ver mundo, personajes de novela que se revelan contra su destino.

    En fin, sería imposible intentar citar cada personaje, cada sueño recreado, cada palabra certera encontrada en sus páginas, de modo que, para terminar no nos queda más que decir que el lector no puede quedarse indiferente ante ninguna de sus páginas.

    Los libros de Laura Freixas, están  llenos en su totalidad de historias para ser leídas y recordadas, que es lo mejor que se puede decir de un libro.


Malén Álvarez Franco
Escritora