ENTREVISTA A FELIPE BENÍTEZ REYES



Felipe Benítez Reyes o la conciencia de la escritura


¡Ser poeta es ser más alto, es ser más grande
Que los hombres!
¡Morder como quien besa!
¡Es ser mendigo y dar como quien sea
Rey del Reino de Aquende y Más Allá del Dolor!
…………
¡Es ser alma, y sangre, y vida en mí
y decirlo, cantando a toda la gente!

Florbela Espança

 
Benítez Reyes en la Biblioteca
del IES Santiago Apóstol

“El paso del tiempo no ha hecho que me conozca.
El paso del tiempo lo que ha hecho es afantasmarme a mí mismo.”


    Invitado por el Aula Literaria “Carolina Coronado”, el pasado diez de febrero, tuvimos la oportunidad de tener en el IES “Santiago Apóstol” al escritor Felipe Benítez Reyes. De agradable y fácil conversación, se diría que busca refugio en la cercanía de la entrevista antes que en la popularidad de la conferencia. Correcto pero sin temor a expresar lo que piensa, se muestra seguro ante lo que dice, que suele acompañar con alguna que otra sonrisa para asentir sobre lo evidente, que el escritor nace y se hace. Por lo demás, no debe haber falsas sombras en la escritura, ni recovecos intencionados que distraigan al lector, al menos eso es lo que parece deducirse de este escritor que indaga con la mirada para compartir un espacio común, el de la palabra escrita.

    Nacido en Rota (Cádiz) en 1960, su trayectoria vital es aún corta pero posee una extensa bibliografía, que ha ido curtiendo con la mayoría de los géneros literarios (novela, poesía, cuento, teatro, ensayo, artículo…), además ha ejercido como director de revistas, Renacimiento y Fin de Siglo, y ha recibido algunos de los principales premios como el Nacional de Literatura, el Nacional de la Crítica o el Loewe, sin olvidar su labor como traductor en la interpretación de textos de Nabokok y Eliot.

    Benítez Reyes entiende la escritura no como un proceso de conocimiento personal al uso sino como una convivencia con los sombras del pasado, que la literatura revive a veces como una sucesión de visiones. Como escritor, Reyes no ha rehusado la realidad, antes bien, su escritura es un acierto de madurez lúcida que confiere a su palabra la sinceridad del poeta y la voluntad de representación del novelista, buscando en el entorno su inspiración. Alejado de lo que él mismo ha llamado la “literatura solemne, hueca, de cartón piedra”, su búsqueda literaria es una suerte de apuesta personal de autodescubrimiento, de autenticidad por conocerse a sí mismo para indagar el mundo. Visto así, la literatura no es sólo un método, es también,

un método para desarrollar una ideología con la que afrontar dignamente la vida, un modo de reflejar una visión del mundo, ofrecer una interpretación de la realidad, ofrecer una revisión de la realidad.

    Instalado en la memoria personal, a Benítez Reyes no le preocupa, en ningún caso, la justificación o sentido de su oficio, que ejerce con total libertad.

Me resulta imposible intuir siquiera lo que puede interesar o no a los lectores, en el caso de que los lectores tengan intereses comunes. Me temo que bastante tengo con saber lo que puede interesarme o no a mí mismo, y aun en eso suelo andar confuso. La escritura implica siempre una apuesta, y el escritor tal vez debe apostar únicamente en consonancia con su ideología literaria, con su forma de concebir la literatura.

Y a la pregunta recurrente de por qué escribe, se despacha sin artificios:

¿Y por qué no?
Supongo que para poder responder esa pregunta con un mínimo de autoridad habría que convocar a Sigmund Freud mediante la ouija, relatarle los episodios más turbios de nuestra infancia, nuestras pesadillas alegóricas y nuestras utopías sexuales y solicitarle un diagnóstico sincero sobre los motivos crípticos de nuestra afición a la escritura; un diagnóstico que resultaría sin duda intransferible a cualquier colega, porque la gente acostumbra a llegar por caminos diferentes a un idéntico lugar.
“¿Por qué escribo?”, en fin…Y por qué no?” A fin de cuentas, estos remilgos metafísicos (¿por qué se escribe?, ¿cuál es la finalidad de la escritura?, y similares) tal vez convenga despacharlos con un encogimiento de hombros…
En definitiva, y con la venia de Perogrullo, me temo que escribo porque escribo, y me temo también que me importa más el hecho de resolver adecuadamente una metáfora o un relato que la circunstancia de disponer o no de una teoría sobre la metáfora o sobre el relato…


    Perteneciente a la última generación de escritores españoles (Villena, Montero…), que comenzaron a escribir en la década de los ochenta sin una vocación única, Felipe Benítez Reyes ha elegido el camino de un realismo crítico, coloquial, urbano, donde la simplicidad de una escritura idealista o complaciente ha sido reemplazada por la ironía, la mordacidad, el humor… y la humanidad.

    Este caminar incansable que emprende un escritor para enraizar en el mundo, ha llevado a Benítez Reyes a profundizar acertadamente en dos géneros fundamentales de su literatura: la novela y la poesía.

    En la novela, el escritor reinterpreta la realidad, por obligación y porque la objetividad es una ilusión evanescente, que muestra lo que es, sainete y drama para Benítez, y no lo que debería ser, sin que esto suponga una renuncia al estilo, pues toda obra debe serlo de arte. Así, la narración se impregna de la ridiculez de lo cotidiano que, como una exageración de lo real, consigue su efecto, mostrar la fealdad para desterrarla. Sus dos principales novelas, El novio del mundo y El pensamiento de los monstruos son un acercamiento a la realidad desde el arte, el estilo, la forma y el contenido.

Estoy casi convencido de que su misión primaria (de la novela) es entretener a través de espejismos, y esos espejismos pueden ser atroces o amables, desternillantes o conmovedores, pueden mover a la carcajada o al espanto, pero han de ser fascinantemente entretenidos o entretenidamente fascinantes en su esencia: un teatrillo de títeres que dé la impresión de tener la misma dimensión que el universo.

    En la poesía, Benítez Reyes mira al pasado para convivir con sus propias sombras, imágenes espectrales que han devenido en fantasmas que el escritor convoca para medir el futuro. El presente se teje con hilos de tiempo transitado. Esta revisión de la realidad permite a nuestro escritor hacer una poesía social, íntima y coloquial, que consigue atrapar el devenir de las cosas:

En poesía, creo que lo que más me interesa es ordenar un poco mi memoria; no la memoria anecdótica, claro está, sino lo esencial de esa memoria, su devenir emocional, por decirlo de algún modo. La búsqueda de unos símbolos que cifren ese devenir, poco más o menos.
(…)
La poesía devuelve dignidad a lo íntimo, a la intimidad de cada cual…, da dignidad a nuestros sentimientos, a esa zona común que tenemos todos, donde todos concluimos, en esos sentimientos en los que todos acabamos confluyendo.

    Benítez Reyes concluye así una poesía reflexiva y comunicativa, que utiliza eficientemente con un desencanto optimista de poeta comprometido, sirva de ejemplo el poema “TV”, de Escaparate de venenos:

Los países en guerra, los concursos.
El asesino inocente y el espía
que conoce misterios exclusivos.
El cómico gangoso y la princesa.
El mutante quirúrgico.
El novelista experto en reflejar
el alma femenina y sus misterios
El exsubcomisario
que amasa con su lengua corrupciones
gramaticales y políticas.
(…)
…Aprietas un botón y surge, en fin, un mundo
caótico y demente, acorde
con la infinita locura de esa bestia indecisa
sin rostro ni razón que rige el universo
desde el trono celeste de su divina omnipotencia,
observando el desfile de los muñecos defectuosos.

    Este compromiso de denuncia no menoscaba, sin embargo, su preocupación estilística que deja ver de forma excepcional en poemas como “Planeta Juan Vida”, de su poesía más reciente y última, y que tanto nos recuerda a aquel otro, el poema V de la “La muerte en Bervely Hills” de Pere Gimferrer:


Planeta Juan Vida

Los bañistas linfáticos en playas espectrales,
flotando en una mar que gira como el tiempo.
El hombre que camina por la nieve,
perseguido de sí,
oscuro de pasado y de quimeras.
El perrillo altanero que custodia la Nada
de una zona industrial.
La muchacha que duerme con el dedo en la boca,
soñando con leopardos
que surgen de una jungla subconsciente.
La piel de un tigre elástico y sintético.
La casa de la luz siempre encendida,

como un templo de insomnio refulgente.
La casa de la luz siempre apagada,
compacta en su misterio indefinido.
(…)

La muerte en Beverly Hills
                  V

En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para
morir.
Última noche bajo el pálido neón, último día bajo el sol
alucinante,
calles recién regadas con magnolias, faros amarillentos de los
coches patrulla en el amanecer.
(…)


    Felipe Benítez Reyes ha sabido, ha fuerza de claridad y estilo, traspasar la difícil barrera del lector y le ha comunicado su certidumbre, que la escritura es una ceremonia particular, que a él le ha servido, socialmente, para dignificar la vida y, personalmente, “para edificar un castillo confortable en el que poder hospedar a ese fantasma que es uno mismo ante sí mismo cuando se queda a solas con sus fantasmagorías.”

    Pero dejemos finalmente al escritor que hable. Con motivo, como dijimos, de su asistencia al Aula Literaria “Carolina Coronado” de Almendralejo, tuvimos la oportunidad de charlar con él en el IES “Santiago Apóstol”. Estas fueron sus palabras.


Entrevista


    En primer lugar, darle las gracias y la bienvenida a nuestro instituto.
Borges decía que la escritura es el laberíntico camino hacia uno mismo, ¿qué es para Felipe Benítez Reyes?

    Entre otras muchas cosas es eso, pero entre otras muchas cosas. Yo no creo que la literatura admita ninguna definición precisa, es muchas cosas. Hay textos de búsqueda de uno mismo, hay otros textos que son búsqueda de espacios imaginarios que no tienen que ver con uno. Por eso yo no creo que la literatura admita una única definición.

    ¿Uno escribe para vivir o vive para escribir?

    Yo creo que las dos cosas, que la literatura se nutre de la vida y que la vida da intensidad a la literatura. La literatura sirve para intensificar la vida, para aclararse uno un poco y para entenderla un poco mejor. Creo que hay un pacto de beneficio mutuo donde una cosa sin la otra no se sostiene.

    De sus lecturas se advierte que se siente muy a gusto escribiendo.

    La escritura no es gozosa ni dolorosa. Si fuese únicamente dolorosa y conflictiva trataría de practicarla lo menos posible. Creo que es una mezcla de las dos cosas. Uno está en tensión y tiene que estar resolviendo muchas dudas, cuando has resuelto las dudas surgen nuevas dudas. Hay una parte de tensión y conflictividad incluso con la propia conciencia de uno, pues uno está haciendo un ejercicio de conciencia al escribir y ahí hay un enfrentamiento con tu propia conciencia, con tus propias fantasmagorías, y yo creo que ese territorio agridulce es el suyo.

    Es un escritor joven y ha experimentado con éxito la poesía, el cuento, la novela, el ensayo, el artículo, el teatro…, ¿en cuál se encuentra más a gusto?

    En todos y en ninguno. Cada género tiene una compensación y cada uno posee un método de trabajo distinto y me encuentro a gusto en todos. En esto soy muy hedonista, si un género no me resulta cómodo no lo práctico. El hecho de experimentar con géneros son tentativas de búsqueda estilística, de búsqueda de expresión, de diversificar la experiencia escrita.

    En ese sentido, ¿qué le queda por hacer en literatura?

    Ya creo que poco, como no escriba una zarzuela.

    En la lectura, ¿qué género frecuenta más?

   Leo de todo y un poco caóticamente. No tengo un sistema de lectura y dudo de que alguien lo tenga. Se lee fundamentalmente por intuición. Yo leo muchas novelas, leo poesía y también ensayo, especialmente ensayo literario. Y también leo libros para documentar una novela, así puedo acabar leyendo hasta libros de ufología, que tiene su gracia.

    Aunque cada escritor tiende a disfrazar sus maestros, ¿cuáles son los suyos?

    Yo creo que muchos. Uno se crea una especie de monstruo de Frankenstein: cojo una oreja de Nabokov, cojo una oreja de Juan Ramón Jiménez, la nariz de Shakespeare, el brazo de Eliot, cojo el brazo derecho de Cernuda. Hay además autores que te gustan muchos como lector pero que no tienen ninguna incidencia a la hora de conformar tu mundo de escritura. Te interesa mucho como lector pero puede darse el caso de que ese autor no repercuta luego en lo que escribes.

 Caballero Bonald, el Nacional de la Letras 2005, dijo ser un “anarquista con gusto burgués”, ¿qué es Felipe Benítez Reyes?

    (Se sonríe) Bueno, yo soy sobrino adoptivo de Bonald, así que lo mismo que él.

    Desconocía esa relación

    Hemos acordado eso: él, mi tío adoptivo y yo, su sobrino también adoptivo. Respecto a la definición que hace de sí mismo, creo que eso es lo que somos todos o intentamos serlo.

    Todo escritor tiene una poética, ¿cuál es la suya?

    No sé…, uno procura no formularla porque en principio no cabría en una frase, sería un discurso muy largo. En cualquier caso, la poética de un autor es su propia obra completa, esa es su demostración de la manera de entender la literatura. No creo que existan poéticas inamovibles, ni fijas, ni que salgan de un patrón o molde. Uno va variando. Por ejemplo, de un poema a otro se varía mucho, en el registro, en el propósito, en el tono. Las poéticas son un poco portátiles.

    Algunos autores muestran un conflicto para titular sus libros. Luis Antonio de Villena se quejaba de lo mal titulados que aparecen muchas obras. ¿Tiene usted alguna dificultad en nombrar los suyas?

    Yo no, ninguna, tengo un cuaderno lleno de títulos, caprichoso completamente, pero lleno.

    Yo siempre, cuando escribe una novela, no puedo escribir más de cinco páginas como no tenga el título, procuro tener el título antes de empezar a escribir. Y cuando escribo un libro de poemas, no paso de cinco antes de tener el título. A mí, los títulos me sirven mucho. Yo creo que titulo bien. Otras vanidades no tengo, pero la de titular… Y también he regalado algunos títulos de libros célebres.

    Si los quiere mencionar.
    Nooo.

    Si la poesía debe ser la luz, ¿por qué “Trama de niebla” para sus, de momento, poesías completas?

    Ese título, como todos los títulos, tiene una dimensión simbólica. “Trama de niebla” porque cuando uno vuelve la vista al pasado no está viendo un territorio definido, está viendo un territorio nebuloso, envuelto en brumas, una especie de tiempo fantasmagórico, de tiempo fantasmal y con ello pretendía aludir a esa condición nebulosa que tiene siempre el pasado. Esa idea de que cuando miras atrás eres tú mismo o un espectro que deambula por unos ámbitos también un poco fantasmales. Ese es el propósito de ese título. Creo que el pasado es eso, un territorio de nieblas y que la memoria, sobre todo, es una trama de niebla, algo que está tramado con hilos de niebla.

    Carlos Fuentes destacaba de la obra del último Premio Cervantes, el mejicano Sergio Pitol, su gran sentido del humor, ¿qué destacaría usted de la suya?

    De la obra narrativa también el humor, a mí me gusta jugar con el humor. Creo que el humor es un buen conservante de la literatura. No me gusta la literatura muy solemne, donde el personaje piensa cosas muy trascendentes. Se pueden pensar cosas muy trascendentes no ya solo desde el humor sino incluso desde la ridiculez. Reducir un personaje al ridículo y a partir de ahí crearle una reflexión. Me divierte el humor y me sirve para decir, alguna que otra vez, cosas muy terribles que, dichas sin ese humor, incluso serían más terribles, precisamente por ser más solemnes serían más terribles.

    Para Alejandro Jodorowsky la obra de un escritor es su árbol genealógico que proyecta hacia el futuro, ¿que tiene de biográfica su obra?

    Yo creo que todo y nada. El hecho de ponerse en una disposición autobiográfica indica una cierta seguridad sobre la propia biografía y esa seguridad no la tengo. Yo no sé si por suerte o por desgracia. Yo no soy una persona que se ha instalado en la sociedad con unas determinaciones y convicciones muy asentadas y muy firmes. Uno intenta tener una coherencia, digamos una coherencia moral, estética, una coherencia de todo tipo, pero incluso dentro de ese marco de coherencia cabe mucho la contradicción, que es consustancial a la condición humana. Yo no he conseguido conocerme. El paso del tiempo no ha hecho que me conozca. El paso del tiempo lo que ha hecho es afantasmarme a mí mismo. Yo no podría decir nunca, yo nunca haría. Yo no sé lo que haría o podría dejar de hacer. Lo mío es modestamente autobiográfico, en la medida también en que lo que no somos y ni nunca seremos y lo que imaginamos y lo que pensamos y las cosas sobre las que divagamos también son componentes de nuestra biografía. No sólo es biográfico lo que nos ocurre, también es biográfico lo que soñamos y lo que nos gustaría imaginar.

    Siempre sincero, nunca fingido.

    También los límites de eso son complicados. Como decía Antonio Machado, la verdad también se inventa, y no es que se invente porque uno sea mentiroso, sino porque está desesperadamente obligado a tener que inventarla. A fin de cuentas, la verdad puede ser un dato estadístico más que una categoría filosófica. Si cinco personas dicen que la tierra es triangular y una persona dice que la tierra es redonda, por estadística diremos que la Tierra es triangular, otra opinión distinta es la que tendría la Tierra. Por eso digo, que no es que sea mentira sino que uno está obligado a interpretar la realidad y esa interpretación de la realidad si es errónea, si es mentira, no es culpa de uno.

    ¿Qué le queda de aquellas primeras lecturas de Lao-Tse, Kalidasa, Valmiki, del Mahabharata, del Pantchatantra, de Castaneda…?

    Bueno, en su momento me dio por esa literatura. A Castaneda le leí de mayor por curiosidad, no cuando correspondía leerlo. Bueno, esto fue una cosa de infancia, una lectura fragmentaria, de adolescencia muy temprana que yo compré en ediciones casi todas argentinas. Pero de lo que me queda poco.

    Usted también ha ejercido de traductor, ¿cuál me aconseja el Eliot de José MaríaValverde o el suyo?

    Las traducciones siempre son alternativas válidas a una obra, salvo que la traducción esté hecha desde la inoperancia. Pero traducir poesía, y especialmente en lenguas que tienen que ver muy poco entre sí como el inglés y el español es muy arriesgado. Creo que el tanteo real está en la lectura de varias versiones. Uno lee, por ejemplo, la traducción de los Cuatro cuartetos de José María Valverde y la de José Emilio Pacheco y no tienen nada que ver. Uno lee la de J. R. Wilcock y no tiene que ver con ninguna de las otras dos. Lee otra más universitaria, más profesoral y tampoco tiene nada que ver. Si uno no puede recurrir al idioma original, lo mejor es tantear entre varias versiones. Pero yo cada día estoy más convencido de que la poesía es intraducible. Puede haber alguien que, teniendo habilidades poéticas, consiga hacer un texto que tenga validez poética por sí mismo, pero no será tanto una traducción como una reinterpretación de ese texto en otro idioma. Hay veces en que la poesía no puede pasar de un idioma a otro y hay versos que no se pueden traducir. Se pueden hacer aproximaciones, sentidos aproximados, pero la fidelidad traductora es muy engañosa porque si traduces literalmente no se entiende nada.
    Volviendo a la pregunta, yo me quedaría con las dos interpretaciones, o más.

    ¿Qué tiene que aportar un escritor a la sociedad de hoy?

    Eso depende más de lo que quiera la sociedad que de lo que quiera el escritor. Es la sociedad la que tiene que ser receptiva respecto a un mensaje. Pero yo soy muy optimista con respecto a la lectura. Mucha gente se pone muy apocalíptica: que no se va a leer, que la literatura se va a perder, que los libros dejarán de existir…
    Se lee poco pero, ¿en qué época histórica en España se ha leído más de lo que se lee hoy? Nunca. ¿En qué época histórica se han publicado más libros de los que se publican hoy? En ninguna. ¿En qué época se les ha hecho más caso a los libros que en la de hoy? En ninguna. ¿En qué época se les ha dado un mayor papel social a los escritores? En ninguna. ¿Dónde está el motivo del pesimismo? ¿Qué podía ser mejor? Sí, que todo el mundo se levantara y desayunara leyendo a un clásico o a un contemporáneo y que no pudiera dejarlo y que faltara al trabajo por no poder dejar aquello, o volviera del trabajo deseando coger el libro, o asistir a la conferencia de un filósofo…, pero esto sería algo disparatado y monstruoso. Pienso que el libro está en la vida cotidiana de mucha gente, que los lee y los comenta, más, repito, que en ninguna otra época.

    ¿Qué está leyendo últimamente?

    Varias cosas a la vez, soy lector de varios libros, pero ahora mismo una recopilación estupenda de Chesterton, que a mí me gusta mucho, te estoy hablando de la mesilla de noche, los primeros libros de poemas de Juan Ramón Jiménez y el Código Da Vinci.

    Ya quedamos pocos por no leerlo.

    Yo he sido uno de los últimos. Es muy mala pero no está mal. Realmente es espantosa porque ahí hubiera hecho falta un escritor, un tipo que pudiera escribir algo distinto de: “salió con su lujoso vestido al lujoso vestíbulo del hotel”. Bueno, pues, eso se puede decir de otras maneras, no es la manera más indicada. “Y bebió un delicioso champán”. Pero con un escritor que tuviera detrás… La historia está muy bien montada. Me ha sorprendido, porque pensaba que iba a ser un tedio pero tiene su gracia y su interés, lo que pasa es que está muy mal escrita y los quiebros psicológicos del novelista son demasiado evidentes.

    Un poeta de la Generación del 27.

    Cernuda, por su actitud ante la poesía y porque Cernuda es el escritor del 27 que la última parte de su obra está incluso fuera de los parámetros estéticos de la Generación. Uno lee por ejemplo a Lorca, que a mí hay cosas que me gustan mucho, pero que siempre lo tienes que leer con una visión estética de época. A Alberti igual. Sin embargo a Cernuda no. Luis Cernuda tiene una cosa de intemporalidad, porque es un diálogo de persona a persona y está por encima de las estéticas poéticas del momento.

    Un autor actual.

    Muchos, tengo la suerte de poder admirar a muchos contemporáneos y eso es una suerte. Y especialmente a aquellos que uno cuando los lee se enrabia y dice que eso es lo que uno quisiera haber escrito. Pero no nombro ninguno porque sería injusto.

    Un libro

    De los libros depende el qué y para qué. Como novela te diré la que me hubiese gustado escribir, Lolita de Nabokov y un libro de poemas que me hubiese gustado escribir sería, Poeta en Nueva York, pero con veinte años.

    Una editorial.

    La mía, Tusquet.

    ¿Qué opina de los Premios Literarios?

    No está mal que existan esos premios que son como hollywoodenses, con mucha puesta en escena, pero se habla de literatura. De vez en cuando, se premia un libro que incluso no está mal, muy de vez en cuando. Pero, bueno, eso no afecta negativamente a la literatura. Da, por una parte, una imagen muy distorsionada de la literatura, sobre todo si vive uno en un pueblo, porque yo al día siguiente del fallo del “Premio Planeta” prefiero no salir a la calle, porque, claro, como la gente piensa que en España hay cinco o seis escritores, sales y te dicen: “oye a ver tú cuando lo ganas, qué mala suerte, este año tampoco te lo han dado”.

    Su experiencia como director de revistas.

    Bien, a mí me parece muy fascinante la composición de una revista, esa idea de organizar un número, de darle forma, de equilibrarlo con una cosa y con otra, de crear un contraste…, Como no hay una fórmula, te la tienes que inventar sobre la marcha, por instinto, y yo creo que el desarrollo de ese instinto está muy bien.

    Tres últimas preguntas.
    Bibliófilo, bibliómano, amante de los libros, coleccionista…

    Yo me curé. De la bibliofilia me curé porque la bibliofilia genera en bibliomanía. Hubo una época en que dedicaba mucho tiempo simplemente a buscar libros. Cuando vivía en Sevilla era un rastreo continuo de librerías de viejo o llegaba a cualquier ciudad y soltaba las maletas desde lejos en el hotel y me iba a las librerías de viejo que yo tenía apuntadas y volvía lleno de polvo, hasta que me pregunté y esto para qué. Y también me aburrió mucho el hecho de que la edición en España ha sido muy pobretona. Buscas una primera edición de Marinero en tierra, o del Romancero gitano, o de los libros de Cernuda y, salvo casos muy concretos, no valen nada como tales libros, es decir, son feos, con materiales muy malos y hoy puede costar un libro de esos 300.000 ó 400.000 pesetas, pero no lo vale, sea de quien sea. En Francia las ediciones siempre han sido tradicionalmente más bonitas, en Inglaterra, en Estados Unidos. Hasta los años 30 eran feas en general, pequeñas, como las de la novela popular. Excepto los libros de poesía, los demás son horrendos. La novela incluso está mejor, con sus ilustradores. Y eso fue en gran parte lo que me decepcionó.


    Se tiende a pensar que los centros educativos son lugares cerrados y sólo pendientes de lo que sucede en su interior, pero bien al contrario son muy dinámicos, una especie de microcosmos del conocimiento en el que están representadas todas las ramas del saber y siempre están abiertos a la dinámica del mundo, como el Panta rei de su “Escaparate de venenos”. ¿Qué le aporta el contacto con los alumnos?

    Sobre todo es un contacto con una realidad que ya no es la tuya. Yo no tengo contacto diario por no ejercer la docencia. Estos encuentros casuales me sirven un poco para coger onda por donde van, digamos, las mentalidades, los parámetros que ellos aplican a la vida. Y al tiempo es complicado porque uno no está situándose en un plano pedagógico, porque uno no tiene esa costumbre ni esa experiencia pedagógica. Entonces te resulta difícil hablar porque si te pones a teorizar hasta dónde llega la capacidad de asimilación de una divagación teórica, no sabes. Con unos adultos te da igual, aunque no lo vayan a entender todo, pero da un poco igual. En cambio, con los alumnos, tienes que estar siempre pensando que si te mueves en un plano teórico tienes que hacerlo de una manera determinada y con una terminología determinada porque en el momento en que alguien te está contando algo y hay tres conceptos que tú no manejas, porque no son frecuentes, entonces te desconectas. Por tanto, si se te van tres palabras que contienen tres conceptos fundamentales, te desconectas. Por eso esta experiencia es trabajosa y laboriosa y, a veces, un poco inquietante, pero creo que suele tener buenos resultados.

    Decía Rosa León, en su canción, que “todo está en los libros”, ¿realmente está todo en los libros? ¿Tenemos que hacer que nuestros adolescentes lean?

    Yo creo que si leen mejor para ellos, no van a perder nada. A mí me cuesta trabajo concebir la vida sin libros. Claro, que igualmente para un mecánico le resulta difícil concebir la vida sin tornillos. Pero yo pienso que la literatura está realmente muy vinculada a la vida y que los libros enseñen a vivir y que sobre todo enseñen a educar las emociones y a educar los sentimientos y hacer que esos sentimientos y esas emociones sean más intensos de lo que son en la realidad. Yo creo que la literatura no es simplemente distracción, entretenimiento, sino también un aprendizaje de la vida y todo lo que se aprenda sobre la vida, así en abstracto, nunca está de más. Quizá se aprenda con ello a meter menos la pata.

    Bueno, ha sido muy placentero y muy agradable charlar con usted.

    Lo mismo digo.
Ángel Trigueros Muñoz
Profesor de Historia
IES Santiago Apóstol
Almendralejo