[11.hablar latín]
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LOS QUE HABLAN LATÍN, CORROMPEN EL PROPIO LATÍN Saludos al lector. He dejado para el final una enseñanza importante para la lengua latina, ya que las grandes heridas deben ser tratadas con habilidad y hasta con piadoso engaño. Tuve miedo, en efecto, de que, si hablaba de este remedio al comienzo del libro, todo el mundo rechazara la medicina, a pesar de ser muy salutífera. Pues bien, ¿quién hay, no digo en España, sino incluso en toda Europa -y exceptúo a cuatro o seis sabios- que no piense y ordene que hay que ejercitar la lengua latina hablando latín, para poder expresar pronta y rápidamente las malas ideas que se nos ocurren? ¿Qué maestro de escuela -y que me perdonen los sabios- no grita así a los niños: "Bien o mal, pero hablad con Marco"? Tan grande es la ignorancia, la perversidad y la cabezonería de los necios. Pero yo, que pienso que tienen más peso las buenas razones que los preceptos de muchos, afirmo que no puede haber cosa más repugnante para el joven amante de la lengua latina que expresar sus pensamientos en latín o meterse en las conversaciones de los demás. Y es que, los que al fin han conseguido un conocimiento técnico de la lengua latina -me refiero, por ejemplo, a Pedro Bembo, a Osorio, o a nuestro Pinciano-, lo han conseguido, no hablando, sino escribiendo, meditando e imitando. Aconsejo, pues, a los oradores sagrados -puesto que hablar pulida y elegantemente desde un púlpito no es el mayor de los méritos- que huyan incluso de las reuniones de aquellos que hablan en español. Que aguanten incluso el ser llamados en los corrillos mudos y silenciosos, con tal de que con sus escritos y pensamientos levanten la admiración de los hombres doctos. No aprendemos el hebreo y el griego para hablarlo, sino para hacernos personas doctas. ¿Por qué no vamos a hacer lo mismo con el latín, máxime cuando ya no hay ningún pueblo que hable latín o griego? Hay que cultivar con diligencia el estilo; él es, como dice Marco Tulio, el mejor maestro del arte de hablar; él mismo nos enseñará seguramente que carecen de sentido común quienes en las plazas e incluso en los gimnasios tratan de destrozar -y ¡de qué manera!- la lengua latina. Adiós. Primera objeción. Los maestros de las artes son el uso y la experiencia, y no hay ninguna disciplina en la que no se aprenda cometiendo errores. Pues cuando algo que se ha hecho mal acaba sin éxito, a partir de entonces se evitan los errores y éstos iluminan el recto camino del que enseña. Esto lo dice Columela en libro 1, cap. 1. Respuesta. Columela habla con verdad y sabiduría si nos limitamos a las artes; pero hablar en latín no es un arte; esto es evidente por multitud de datos observables: la gramática, la música, la retórica y ciencias semejantes se aprenden cometiendo errores; pero, como dice Fabio, libro 1, 6, una cosa es hablar latín y otra hablar con corrección gramatical. Si se dice Libris opus habeo, adhibeo tibi fidem, crimen laesae maiestatis, ille tenetur hoc facere, ego amo deum, se habla sin duda con corrección gramatical, pero no se habla latín. Y es que no basta con buscar expresiones latinas; hay que añadir exquisitez en la unión de las palabras, virtud que estos parlanchines dilaceran de forma admirable. Y es que no todo lo que es latín se dice como se decía en latín: se dice en latín habere orationem, y no facere; uerba facere, y no agere; agere gratias, y no facere; se dice fer opem, y no da opem; dare uerba es corriente, tradere o praebere uerba inusual. Y ¿qué decir de aquellos que se tienen por sabios y son tenidos como tales en todos sitios? Alguno de ellos escribió esto: Vigilant milites in monte, en lugar de speculantur de monte; tentat frangere aciem, en lugar de conatur aciem perrumpere; dimisit suos milites, en lugar de dimisit copias o exercitum; impediuit commeatum, en lugar de interclusit; uictu carebat Caesar, en lugar de re frumentaria; duxit uineas, en lugar de egit; primi in consilio, en lugar de consilii principes; reportarunt praedas, en lugar de egerunt; milites monuit, en lugar de hortatus est; signum fecit, en lugar de signum dedit; renouauit proelium, en lugar de restituit o redintegrauit; aciem ordinauit, en lugar de instruxit; redierunt milites, en lugar de receperunt se; misit ad succurrendum, en lugar de misit subsidio; fecerunt uim, en lugar de impetum fecerunt; magnis uiis contendit, en lugar de magnis itineribus; perdidit opportunitatem, en lugar de amisit occasionem. Así, pues, hablan los que practican la lengua, no el estilo latino. Objeción segunda. Debido a las frecuentes discusiones en distintas disciplinas, conviene hablar asiduamente en latín. Respuesta. Que las discusiones serias y de peso deben ser encargadas a las palabras y no al viento, ¿quién lo ignora? Sólo lo ignora el parlanchín discutidor y el lunático vociferador. O ¿es que todo consiste en que nos acostumbremos a expresiones tales como noleitas, uoleitas, per modum praeteritionis, dico quod, y nota quod Pappa habet aures? Si lo que urge es esto, el que aprenda a hablar latín superará a los charlatanes. Tercera objeción. Si alguien desea hablar la lengua gala, aprenderá a hablarla bien hablando con los galos. Respuesta. No es lo mismo hablar latín, que ya no se habla, que hablar otra lengua. Si hubiese algún pueblo que hablase con pureza el latín, no dudo de que el hábito de aprender a hablar latín se aprendería fácilmente entre ellos. Pero ya sólo podemos recurrir a libros, si queremos escribir latín con pureza. Y lo mismo sucede con el griego y con el hebreo, los cuales los aprendemos, no para hablarlos, sino para escribirlos. Cuarta objeción. Estas aves acuáticas no dejan de objetar o, mejor, de gruñir de la siguiente forma: suele ocurrir que los niños pequeños balbuceen "papas", "mamas", "taytas"; después, sin embargo, se corrigen. Respuesta. Nadie que esté bien de la cabeza aprobará este precepto: que ineptas nodrizas enseñan algo que después hay que desechar. Yo al menos, que he tenido muchos discípulos, no he consentido nunca esto, porque he aprendido de Quintiliano que no se debe enseñar a los niños expresiones que luego tengan que desechar. Y además, ¿de qué sirve eso, si lo recto se aprende con el mismo esfuerzo y quizás con más facilidad? Quinta objeción. Si hablar latín no fuese bueno, no sería constantemente recomendado por todos. Todas las Escuelas han sancionado en sus reglamentos que se lea y se discuta en latín. Respuesta. Como si no hubiera nada tan corriente como la ignorancia supina, como señala claramente Cicerón en Sobre la adivinación 2. Pero, como se me aduce la caterva de necios que adoran y admiran a los que hablan latín, yo por mi parte traeré a colación la opinión y consenso de los sabios que rechazan esta peste o verborrea. Léase con atención el capítulo 84 de la biografía de Augusto de Suetonio. Cicerón, en El orador 2, al hablar de la ejercitación, dice esto: "Pero la mayor parte de ellos, en esta práctica, sólo tratan de ejercitar su voz, y lo hacen sin método; ejercitan sus pulmones, desarrollan la facilidad de la lengua y se complacen con el flujo de las palabras. Lo que les engaña es que han oído decir que al hablar se aprende hablando. Pero no es menos verdad que también se dice que hablar mal es la manera más segura de aprender a hablar mal". E inmediatamente después: "Sin embargo, el medio más eficaz -el cual, digámoslo, no practicamos, porque exige gran esfuerzo, que con frecuencia rechazamos- es escribir lo más posible. La pluma es el mejor y más hábil de nuestros maestros para formamos en el bien hablar". Quintiliano, libro 1, 1: "Ante todo que las nodrizas no hablen una lengua incorrecta... Es a ellas a las que primero escuchará el niño; es su vocabulario el que intentará reproducir imitando; y, por naturaleza, nosotros conservamos con tenacidad aquello que aprendemos en los primero años; así persiste el sabor con que están impregnados los vasos nuevos, y los tintes que han impregnado la blancura primera de la lana no pueden ser eliminados; y resisten con más pertinacia cuanto peores son, pues el bien cambia fácilmente hacia el mal; pero ¿cuándo se consigue convertir en virtud un vicio? Así pues, que el niño no se acostumbre, y mucho menos cuando aún no sabe hablar, a unas expresiones que después tendrá que rechazar". Erasmo, en Apophtheg. 8, dice: "Polión decía: 'El hecho de que me era fácil pronunciar discursos determinó que lo hiciera con frecuencia, pero el hacerlo con frecuencia determinó que lo hiciera con menos facilidad, ya que con la repetición asidua de una acción se consigue facilidad más que facultad, y temeridad más que confianza'. Lo que queremos hacer con cuidado, debemos hacerlo sólo de vez en cuando. Por este convencimiento parecen guiarse algunos eruditos italianos los cuales, aunque hablan perfectamente el latín, casi nunca se ven atraídos a hablar en latín en las reuniones familiares. Y si alguna vez les empuja la necesidad, hablan con exactitud, como si lo estuvieran leyendo. Yo conozco en Venecia a Bernardo Ocriculario, ciudadano florentino, autor de una historia que, si leyeses, dirías que se trata de un segundo Salustio o, y esto seguro, una historia escrita en tiempos de Salustio; nunca sin embargo conseguí que este hombre hablara conmigo en latín; y aunque yo le decía: 'Hablas a un sordo; desconozco tu lengua materna, como desconozco la india', nunca conseguí sacar de él una palabra latina". Hasta aquí Erasmo. Budeo, en su comentario a la lengua griega, al criticar a Valla sobre el uso de los recíprocos dice: "Esto no le sucede a Lorenzo sino por la malvada costumbre de los charlatanes de los cuales, al leerlos u oírlos, contraemos errores involuntarios; también por la forma de hablar impensada y descuidada, a la que nos acostumbramos, principalmente los desconocedores de la lengua latina pura, en las conversaciones ordinarias. Por este error sucede a veces que a los imprudentes les ocurren algunas cosas: es lo que a veces comprobamos en los escritos a mano, en los que cometemos faltas escandalosas que nos avergüenzan". Cornelio Valerio, al final de su Sintaxis: "Quien no observa esta propiedad en la unión de las palabras ni tiene ningún cuidado, lo único que hace es trasladar el latín a frases extranjeras. Es lo que suele sucederles a los que retuercen la lengua latina para traducirla a la lengua vernácula". Joaquín Fortes, en Normativas del estudio, capítulo sobre la escritura, dice: "Sucede, en efecto, con frecuencia que quienes hablan con perfección, escriben de forma menos correcta; y es que al aficionarse con placer a aquello son necesariamente más imperfectos en lo otro. Nadie trata dos cosas con la misma perfección". Y más abajo: "Por ello, ¿ha escrito alguna vez con perfección ese tipo de individuos que se divierte en medio de grandes aplausos en un gran círculo de charlatanes? Es verdad que no vi nunca a nadie -si no me falla la memoria- que escribiera perfectamente y que al mismo tiempo tuviera a su alcance el secreto de hablar y disertar". Y más abajo: "Despreciemos la fama vana, parezcamos inhábiles al vulgo". Bartolomé Riccio, en Sobre la imitación de Cicerón, libro 3, al final: "No suelo -y no voy a callarme esto- obligar a mis discípulos, como sucede muchas veces en las escuelas, a que intenten decir en latín todo aquello que tengan que hablar. No tengo suficientemente comprobado, si esta afición proporciona a la elegancia latina, que nosotros buscamos, más beneficio que perjuicio". Y un poco más abajo: "A esto se añade que al niño que no habla, al intentar con esfuerzo expresar en un instante y de pronto lo que quiere expresar, le llegan de todas partes muchas expresiones de simple, desordenada, inarmoniosa e incluso ninguna armonía, las cuales, por necesidad, apenas son tolerables. De esta forma sucede que al lanzarse precipitadamente a hablar, corrompen todo adorno y dignidad en su discurso. Así pues, dado que esto que hemos constatado en el habla cotidiana no parece servirle a la lengua latina en orden a la dignidad que es connatural a esta lengua y que nosotros debemos conseguir y confirmar con ejercicio y destreza, pienso que debemos buscar esa diligencia a partir del único estilo que es maestro del habla y artesano extraordinario". Sexta objeción. Por los intercambios comerciales entre los pueblos y por si tenemos que hablar con hombres extranjeros, hablar latín es a veces no sólo útil, sino necesario. Respuesta. Yo no rechazo la lengua latina; lo que venero y abrazo es el estilo; y si alguien está perfectamente ejercitado en el mismo, en el momento en que la necesidad lo exija, dirá espontáneamente: Da mihi panem; y lo mismo con cualquier otro alimento. Cicerón recomienda en muchos lugares el estilo y concretamente en carta a Galo, en el libro 7 de las Cartas a familiares, donde escribe esto: "Venga, pues, y sin alejarte, como dicen, del estilo; él es, en efecto, el artesano del habla". Yo, por fin, mantengo con los doctos, sin exceptuar a ninguno, que en ninguna edad ni en ningún momento se debe hablar en lengua latina sin reflexionar de antemano. |
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