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RELIGIÓN Y MITOLOGÍA 1. La religión doméstica Aparte de la
creencia en los grandes dioses del panteón grecorromano, el hombre en Grecia y
Roma, como ha sucedido en todos los pueblos, sintió la necesidad de una relación
más privada e íntima con el mundo sobrenatural, una relación de carácter mucho
más práctico que le garantizara la protección y el favor de los dioses. Esta
necesidad de relación íntima con las divinidades dio origen al culto familiar o doméstico. El culto a los muertos era idéntico en Grecia y en
Roma, y se centraba en la necesidad de ofrecerles comidas fúnebres para asegurar
su felicidad. El muerto que era olvidado por su familia se convertía en un ser
maléfico que castigaba de todas las formas posibles a los vivos; el muerto que
era debidamente honrado pasaba a ser un dios tutelar que amaba a quienes le
ofrecían los alimentos. En muy estrecha relación con el
culto a los muertos se encuentra el culto al fuego, pues era en el hogar,
en el sitio reservado al fuego sagrado, donde se guardaba el recuerdo de las
almas de los muertos. La casa de un griego o de un romano encerraba un altar, y
en él tenía que haber siempre un poco de ceniza y carbones encendidos. Era obligación para
el jefe de la casa conservar el fuego día y noche. En esta religión doméstica, el padre era el único sacerdote, era el único que podía enseñarla, y sólo podía transmitírsela a su hijo, sólo se propagaba de varón a varón. Los ritos, los cánticos y todo lo que formaba parte de esta religión doméstica eran una propiedad sagrada de la familia, que ésta no compartía con nadie ni podía revelar a nadie.
2. El panteón
grecorromano. La civilización griega creó un
sistema mitológico que, asimilado y transmitido por el Imperio Romano a todo
occidente, ha ejercido una gran influencia en el arte y la cultura
occidentales. La religión griega, de carácter politeísta, se distingue por su antropomorfismo o representación de los
dioses bajo aspecto humano. Los mitos
acerca de los orígenes del Universo cuentan que en un principio sólo existía el
Caos, abismo sin fondo, espacio
abierto sumido en la oscuridad. De algún modo que no se nos explica, surgieron
de él Gea (la Tierra), el Tártaro (sombrío lugar de las
profundidades) y Eros (el
Amor). Gea engendró a Urano (el Cielo) y a Ponto (el Mar). Unida con Urano,
concibió a los Cíclopes, a los Hecatonquires y a los doce Titanes, de quienes descienden todos
los demás dioses y los hombres. Urano, soberano del
Universo, temiendo que alguno de sus hijos le quitara el trono, los encerraba
nada más nacer en el seno de la madre. Gea, desesperada, tramó una sublevación,
para la que pidió la ayuda de sus hijos, ocultos en su interior. Sólo Crono, el menor de los Titanes, escuchó
su llamada. Con una hoz recibida de su madre esperó la visita de Urano a Gea y,
a su llegada, le segó los genitales. La castración de Urano simboliza la separación de cielo y tierra, idea fundamental de los mitos cosmogónicos.Los genitales de Urano, arrojados al mar y mecidos por las olas, produjeron una inmensa espuma blanca, de la que nació Afrodita. La sangre cayó en tierra y germinó, dando lugar al nacimiento de los Gigantes, a diversas Ninfas y a las Erinias o Furias, seres vengadores de horrible aspecto. Así pues, Crono destronó a Urano y liberó del seno de Gea a sus hermanos, quienes lo reconocieron como soberano. Se casó con su hermana Rea, de la que tuvo seis hijos, a los que devoraba nada más nacer para evitar que alguno lo destronara. Pero Rea, después de dar a luz al último de sus hijos, Zeus, entregó a Crono una piedra envuelta entre pañales, después de haber dejado al niño oculto en una cueva de la isla de Creta. Allí fue criado con la leche de la cabra Amaltea, con cuya piel se confeccionó una égida o escudo protector. Zeus consiguió alzarse con el supremo poder del Olimpo y se convirtió en el dios de la luz del día, del cielo y de los fenómenos atmosféricos: divinidad suprema, soberano de dioses y de hombres que lo conoce todo, tanto el presente como el porvenir. Los principales dioses del panteón griego, que los romanos asimilaron muy pronto al entrar en contacto con la cultura griega, son los siguientes:
3. Comunicación entre dioses y hombres: plegarias, sacrificios y adivinación. Para
complacer a la divinidad y gozar de su protección, griegos y romanos ofrecían a
los dioses sacrificios de animales y
productos del campo. El sacrificio era un acto litúrgico que tenía que ser
presidido por un sacerdote, y que tenía que realizarse escrupulosamente de
acuerdo con el ritual tradicional. Acompañando al sacrificio, el sacerdote
pronunciaba plegarias dirigidas a la
divinidad. Los sacrificios de
animales (ovejas, cabras, cerdos, toros, bueyes, etc.) solían terminar en
banquete para los participantes. Pero había también sacrificios en los que la
víctima debía ser quemada por completo, los llamados holocaustos. En Grecia y
en Roma la adivinación ocupaba un
lugar muy importante, pues sirviéndose de ella los hombres pretendían conocer la
voluntad de los dioses en el presente y en el futuro. La adivinación puede
dividirse en dos tipos: natural y artificial. La forma más
común de la adivinación natural se basa en los sueños, que el individuo puede
interpretar por sí mismo o por mediación de un intérprete profesional. Pero la
adivinación natural tiene sus máximos representantes en profetas y profetisas, preparados y
expertos, quienes, en un estado de éxtasis, pueden revelar los deseos de Zeus,
transmitidos en especial por su hijo Apolo, el dios de la adivinación por
excelencia. El oráculo más famoso y frecuentado de Grecia era el oráculo de
Apolo en Delfos. Una sacerdotisa, la Pitia, entraba en trance y pronunciaba unas
palabras incoherentes que luego eran interpretadas de un modo ambiguo. La
adivinación artificial se basa en la observación externa de animales, plantas y
objetos. La más conocida es la técnica de los augurios, observación del
comportamiento de los pájaros. Tuvo también mucha importancia la observación de
las entrañas de los animales sacrificados.
4. Otras creencias religiosas no oficiales. En la religión oficial se ruega a los dioses para la prosperidad de la ciudad; pero muchos hombres permanecían indiferentes ante la religión oficial y muchas veces se inclinaban por otras creencias y corrientes religiosas, creencias que tenían como finalidad la salvación individual de los hombres. Veamos algunas las creencias más extendidas. En Grecia. Las religiones «mistéricas» prometían a sus
adeptos una inmortalidad dichosa, si se iniciaban y observaban los ritos. Su
finalidad era la salvación individual de los hombres. Las dos más importantes
son los Misterios de Eleusis y el orfismo. Los Grandes Misterios de Eleusis se
celebraban en septiembre, en honor de Deméter y Perséfone. Estas diosas velan
tanto por los cereales como por los muertos, pues ambos están bajo tierra. Tras
unos días festivos en Atenas, los candidatos a la iniciación en los misterios
eran llevados a Eleusis, donde tenían lugar las dos noches de iniciación. Pero
lo que ocurría durante esas dos noches debía permanecer en secreto, y el que
revelara lo que había visto u oído merecía la muerte. Otro culto mistérico era el orfismo, corriente religiosa vinculada
al cantor Orfeo, profeta de Dioniso, que había ejercido el poder mágico de la
música y había descendido a los infiernos antes de ser desgarrado y devorado por
las Ménades. Según los órficos, como consecuencia de una antigua falta, el alma
humana está encerrada en el cuerpo igual que en una prisión o en una tumba, y
debe recorrer todo un ciclo de existencias y reencarnaciones sucesivas. Pero a
quienes conocen la revelación de Orfeo se les abre una vía de salvación. El
órfico debe llevar una vida de abstinencia, renuncia y ascetismo. En Roma.
La astrología,
creencia que asegura que la posición de los astros en el firmamento afecta de
lleno a la vida de los humanos. Los astrólogos también se llamaban matemáticos, porque para conocer los
secretos del horóscopo tenían que hacer cálculos muy complicados.
La filosofía, que
sustituía a la religión, sobre todo entre las clases acomodadas y cultas de la
sociedad romana. Como la religión estatal no ofrecía modelos de comportamiento
ni normas morales que obedecer, la filosofía fue un refugio para muchos
intelectuales. Las corrientes filosóficas más influyentes en Roma fueron el
estoicismo y el epicureísmo.
El estoicismo fue la
corriente filosófica más popular entre los romanos. Los estoicos creían que el
universo estaba regido por leyes fijas e inmutables que controlan la vida de los
hombres y, por tanto, no había que preocuparse por el futuro.
El epicureísmo fue otra
corriente filosófica, menos extendida que la anterior entre los romanos. Sus
ideas básicas eran que el mundo estaba hecho de átomos regidos por leyes
inmutables, y que el supremo fin del hombre era el placer y la felicidad que se
conseguían practicando la amistad y evitando todo lo que se opone a ella, como
el temor a los dioses, al destino y a la muerte. No creía en las ceremonias ni
en los sacrificios.
Las religiones
orientales se introdujeron también en Roma gracias a la facilidad de comunicaciones
entre las diversas provincias del imperio. Entre las sectas orientales más
importantes cabe destacar el culto a Cibeles y a Atis, procedente de Asia
Menor; el culto a Isis y Osiris,
procedente de Egipto; el culto a Mitra, procedente de Persia. Todas
estas corrientes se fundamentaban en los conceptos de la muerte y de la
resurrección y de la filiación divina de la humanidad, de la iluminación mística
y la redención. También prometían el contacto directo con la divinidad y la
esperanza de una vida sobrenatural y feliz.
El culto al Emperador.
A partir de Augusto, los romanos empezaron a divinizar a sus emperadores. Al
morir un emperador se levantaban templos en su honor y todos los habitantes del Imperio
tenían la obligación de celebrar su culto.
El judaísmo. Los
judíos eran exclusivistas, hacían sus cultos privadamente en sus sinagogas. El
monoteísmo inflexible de los judíos los distinguía de los devotos de otras
religiones, y su consiguiente ausencia de toda ceremonia religiosa pública
contribuyó a hacerlos impopulares y a crearles fama de misántropos. Fueron
expulsados varias veces de Roma.
El cristianismo,
probablemente, se introdujo en Roma a través de las comunidades judías
establecidas en la capital del Imperio. La adoración a Yahvé debió extenderse del mismo modo
que la de las otras divinidades orientales.
El cristianismo habría sido aceptado por las autoridades romanas si los
cristianos no hubieran rehusado dar culto a los otros dioses ni reconocer a un
dios en la figura del emperador, lo que convertía al cristiano en enemigo
público. En principio, el cristianismo fue muy impopular entre los romanos, lo
que aprovechó Nerón para inculparlos en el incendio de Roma en el 64 d.C. Las
gentes cultas los despreciaban por su pobreza, por su ignorancia, por el desdén
que mostraban por el arte y la ciencia y por cuanto daba encanto y belleza a la
vida, por su falta de patriotismo y por su indiferencia ante los intereses más
vitales del estado. Las masas, por su parte, los odiaban: su retraimiento de
toda la sociedad no cristiana, unido a su compenetración cerrada entre ellos
mismos, su repugnancia a todas las ceremonias relacionadas con el culto pagano, el rigor de
sus costumbres, su empeño en amenazar constantemente a los que no prefesaban su
religión con la condenación eterna, bastaba para que se acusase a los cristianos
de "odiar al género humano". El cristianismo fue perseguido con mayor o menor saña hasta la proclamación del Edicto de Milán, promulgado por Constantino en el año 313, a partir del cual hubo libertad de culto. Como todas las religiones orientales, el cristianismo implica una iniciación: una vez instruido de los preceptos de la religión, el iniciando ha de ser bautizado y confirmado. La ceremonia principal del culto era el ágape, comida fraternal en la cual se producía la consagración del pan y del vino, origen de la misa. Copyright(c) 2003. Carlos Cabanillas. I.E.S. Santiago Apóstol |