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[ Homero y Hesíodo][Lírica][Teatro]

LA LÍRICA GRIEGA.

                La fama poética de la isla de Lesbos se debe a Alceo y Safo. Alceo (639 a.C.) pertenece a la aristocracia eolia, estirpe orgullosa que amaba la grandiosidad, hombres ufanos, dados a la bebida, a los goces del amor y a todas la libertades en su modo de vida.  La vida y la obra de Alceo tienen como escenario las luchas entre ambiciosas familias aristocráticas por el poder en la isla, en algunas de las cuales participó activamente, y por cuya causa llegó a sufrir destierro.

De este modo,  los poemas de Alceo se enmarcan en torno a dos motivos principales: la lucha de los aristócratas y el banquete en la sala de los hombres. Ambos motivos son tratados con gran sencillez y total naturalidad.

 FRAGMENTOS:

 1.      Fragmento de un poema de tema convival:

 Vierte ungüento sobre mi cabeza que ha sufrido tanto y sobre mi pecho canoso... que beban, infortunios... dieron (los dioses?), en unión de los demás hombres, y el que no... dices que pereció...

 

2.      Descripción de un arsenal, según unos, de un templo de Marte, según otros:

 ... resplandece el gran templo con el bronce y en honor de Ares está adornado todo el techo con bellos cascos, de los cuales se bambolean hacia abajo blancos penachos de crines de caballo, ornato de las cabezas varoniles; y grebas broncíneas, defensa contra el poderoso dardo, ocultan, puestas en torno, las clavijas; hay corazas de nuevo lino y cóncavos escudos, arrojados en el suelo; y al lado espadas de Cálcide, al lado muchos cinturones y túnicas de lino. No hay que olvidarse de todo esto, ahora que nos hemos lanzado a esta empresa guerrera.

 

3.      Poema sobre Pítaco, su acérrimo enemigo político:

 ... de la miserable... ese hombre que está buscando el máximo poder derribará al suelo pronto la ciudad: ya vacila.

 

 

Contemporánea de Alceo, Safo procede de la misma clase aristocrática. También en su vida influyeron las luchas por el poder en Lesbos, y también fue condenada por cierto tiempo al destierro.

En la obra de Safo un grupo de poemas ocupa una posición particular. Eran los Epitalamios, por los que se tenía gran afición en la Antigüedad; su lugar especial se debe a que Safo, la maestra del canto lesbio monódico acompañado de lira, los compuso para ser cantados por coros. En ellos, la poesía costumbrista popular es tomada en toda su natural frescura y transformada en creaciones de una forma perfecta; se celebra la felicidad del novio y la belleza de la novia.

El canto monódico acompañado de lira es la forma de expresión propia de Safo; su experiencia personal era el contenido de esta poesía.

Safo es el centro de un grupo de muchachas que se unieron estrechamente a ella, algo que no era excepcional en la Mitilene de la época. Se trataba de un círculo consagrado al cultivo de las Musas, cuyo servicio es el orgullo de Safo, pues está convencida de que le proporcionará una fama inmortal.

El arte de Safo, como el de Alceo, se distingue por su carácter discreto. Pero mientras éste nos presenta arsenales y banquetes, en Safo el sentimiento lo es todo, y nos enteramos de sus cambios, su fuerza y su profundidad sin apenas percibir el artificio técnico. Su lenguaje es sencillo, el verso llano y esencial. El sentimiento del contenido se ve reflejado en la musicalidad del lenguaje.

De una forma gráfica, podemos decir que el camino que media entre Alceo y Safo es el camino que va del arsenal al jardín de Venus.

 

FRAGMENTOS:

 1.      Epitalamio:

 ... la noche... las doncellas... festejando en la noche... cantan tu amor y el de la novia de seno de violetas.

Despiértate, novio, ven con los amigos de tu edad... para que veamos (menos) sueño que (el ruiseñor) de agudo canto.

 

2.      Poema sobre la pérdida de una amiga que se casa:

 

Me parece igual a los dioses aquél varón que está sentado frente a ti y a tu lado te escuha mientras le hablas dulcemente

y mientras ríes con amor. Ello en verdad ha hecho desmayarse a mi corazón dentro del pecho: pues si te miro un punto, mi voz no me obedece,

mi lengua queda rota, un suave fuego corre bajo mi piel, nada veo con mis ojos, me zumban los oídos,

... brota de mí el sudor, un temblor se apodera de mí toda, pálida cual la hierba me quedo y a punto de morir me veo a mí misma.

Pero hay que sufrir todas las cosas.

 

3.      Las Musas conceden inmortalidad.

 Una vez muerta, yacerás en la tierra y no habrá recuerdo tuyo ni añoranza ya más: no tienes parte de las rosas de Pieria, sino que ignorada también en la mansión de Hades errarás revoloteando entre las sombras de los muertos.

 

4.      Abandono de Safo por una joven.

 ... no es justo que tú, Mica, pero yo no voy a dejarte... preferiste el amor de las Pentílidas... oh muchacha sin carácter, nuestro... una dulce canción... de voz de miel... a la aguda... cubierta de rocío...

 

 

 b) El canto coral.

El canto coral se desarrolla fundamentalmente en el ámbito dórico, en Esparta. Este desarrollo estaba estrechamente relacionado con el perfeccionamiento de la música de acompañamiento. Junto al instrumento de cuerdas, la flauta afirmó enérgicamente su lugar.

Alcmán es el primer lírico coral que ha llegado hasta nosotros. Llegó a Esparta del extranjero, en la segunda mitad del siglo VII a. C. Su obra se ha perdido para nosotros, pero, además de las numerosas indicaciones de versos, tenemos alrededor de cien versos de uno de los partenios[1], conservados en un papiro de una sepultura egipcia.

Se pueden reconocer en él tres elementos, que también en adelante fueron determinantes para la lírica coral: el mito, la sentencia de validez universal y la parte personal. Destacan en esta composición la frescura de la juventud y un lenguaje que florece y resplandece en forma nada convencional.

 

FRAGMENTOS:

 

1.      Partenio: 

... Pólux:[i] no me cuido de Liceso entre los muertos. pero sí de Enróforo y Sebro de pies rápidos, de... el violento, de... el armado del casco, de Eutiques y el senor Areo y... el mejor de los héroes.

Al... jefe de guerreros y al gran Éurito..., en el tumulto de Ares ciego... los más excelentes... no pasaremos en silencio. Pues Poros y Esa[ii], de todos... son los más antiguos. Que ningún hombre vuele hasta el cielo ni intente casarse con Afrodita, la señora o con una... o una hija de Porco[iii]. Sólo las Gracias que respiran amor a la casa de Zeus...

Un dios... a los amigos... dio regalos... hizo perecer la juventud... uno de ellos por una flecha... otro pereció por una marmórea piedra de molino... en la mansión de Hades: desgracias crueles padecieron por tramar maldades.

Hay un castigo de los dioses: feliz el que con placidez de espíritu ve transcurrir el día sin lágrimas. Pero yo canto la luz de Ágido: la veo como al Sol, que Ágido no es testigo de que luce; aunque a mí ni alabarla ni censurarla me permite la gloriosa jefe de coro en forma alguna. Porque aparece ésta brillante cual si uno coloca en medio de las ovejas un caballo robusto, triunfador en los juegos, de pies sonantes, un caballo propio de alados sueños.

¿O no ves? El caballo de carrera es venético; y los cabellos de mi prima Hagesícora florecen cual el oro puro, y de su rostro de plata, ¿para qué hablarte con detalle? Ésta es Hagesícora; la segunda en belleza, Ágido, corre detrás como un caballo colaxeo tras uno ibeno; pues las Peleades contra nosotras, que llevamos un peplo a Ortia, luchan a lo largo de la noche inmortal levantando en alto el suyo como la estrella Sirio.

No hay de púrpura tanta abundancia que nos proteja, ni tampoco la serpiente variopinta de oro ni el cinturón de Lidia, ornato de las jóvenes de dulces párpados, ni los cabellos de Nanno, y ni siquiera Areta semejante a una diosa ni Silácide y Cleesisera; ni puedes ir donde Enesímbrota y decir: ‘tenga yo a Astáfide y que me mire Filila y Demareta y Viantemis digna de amor’[iv]. Pero Hagesícora me causa contrariedad.

 

 

 

Pues no está aquí Hagesícora de bellos tobillos, junto a Ágido... permanece y hace con ella el elogio de la fiesta.

De ellas, dioses... aceptad; pues de los dioses es el cumplimiento y el fin.

Quiero decirlo, yo soy una doncella que en vano canto cual la lechuza desde la viga del techo; pero es a Aotis[v] a quien más quiero agradar; pues de los males nuestros ha sido médico. Guiadas por Hagesícora estas jóvenes han iniciado el camino de la paz deseada.

Que al caballo bridón... y al piloto es preciso obedecer antes que a nadie en la nave. Y ella no es más melodiosa que las sirenas, pues son diosas, pero estas diez doncellas cantan igual que once; su voz es como la del cisne en las corrientes del Janto. Y ella con su deseable, rubia cabellera...


  2.      El sueño de la naturaleza:

 Duermen las cumbres y tajos de los montes

el alcor, la cañada,

todo ser que a arrastrarse la negra tierra cría,

las bestias montaraces, las abejas,

los monstruos en el seno del hervoroso mar,

duerme de los pájaros la aleteante nación.

 

  

Estesícoro (finales del siglo VII-primera mitad del VI a. C.) nació en Matauro, una colonia locria en Italia meridional, pero su verdadera patria llegó a ser Hímera, en la costa septentrional de Sicilia. La obra de este poeta lírico-coral está caracterizada por el predominio del mito; así, su poesía está más próxima a la epopeya que la de Alcmán.

 Los antiguos reunieron la herencia de Estesícoro en 26 libros, cuyos temas proceden fundamentalmente del dominio de la poesía épica y cíclica. Temas de este tipo no pueden imaginarse más que en poemas de cierta extensión, y se trata de composiciones en que la configuración lírico-coral se encuentra a mitad de camino entre la epopeya y la tragedia. Ocasionalmente Estesícoro también recurrió a temas populares de su patria, dando forma a motivos eróticos.

 FRAGMENTOS:

 1. Fragmentos de la Gerioneidea[2].


 ... permaneció al lado de Zeus, supremo rey. Y entonces Atenea[vi] de ojos de lechuza dijo, meditándolo bien, a su tío paterno de poderoso pensamiento, caminante a caballo: ‘Ea, recordando la promesa que has prestado... a Gerión de la muerte...’

 ... de la muerte odiosa... en torno a su cabeza llevando, manchado de sangre y de bilis, agonías de la hidra matadora de hombres, de moteado cuello; en silencio y furtivamente se lanzó contra su frente y desgarró su carne y sus huesos por decisión del destino. Y penetró la flecha hasta lo más alto de la cabeza y manchó con sangre purpúrea su coraza y sus miembros humanos; e hizo inclinarse, doblado, su cuello Gerión, como cuando la adormidera[vii], humillando su cuerpo suave, perdiendo sus hojas...


 c) El yambo. 

            Los orígenes de la poesía yámbica hay que buscarlos en el culto. Un elemento muy difundido en los cultos de la fertilidad era la cruda invectiva, tan acentuada que se convertía en chocarrería. Esta expresión de lo feo se servía del yambo, de manera que el hablar en yambos podía ser sinónimo de denuesto.

             El poeta que, partiendo de este tipo de tradición, creó una forma de elevado arte, sin despojar al yambo de su esencia de arma peligrosamente incisiva, fue Arquíloco de Paros (mediados del siglo VII a. C.). Arquíloco era bastardo, y se ganaba el pan como mercenario extranjero. Halló la muerte en la lucha contra los habitantes de Naxos. La lucha era su elemento, ya fuera con la lanza, ya con el verso. Lo que la clase aristocrática consideraba como una tradición inconmovible suscitaba su oposición, y la tradición carecía para él de significado cuando creía ver en ella algo ilusorio.

             Los motivos primitivos de la lírica en todos los tiempos, como el vino y el amor, también se presentan en Arquíloco, pero en todas partes aparece la experiencia concreta, que es la causa inmediata de sus poemas. Los versos que hablan de su capacidad de odio desmesurado y destructivo son el mejor testimonio de la intensidad de sentimiento que convirtió a Arquíloco en poeta lírico.

 El mito en Arquíloco permaneció totalmente en segundo plano, y la problemática del gobierno divino ocupó muy poco a este poeta que con tanta intensidad vivía el presente. Un pensamiento destaca: el hecho de que el hombre está a merced de las fuerzas de los dioses y del destino.

 

FRAGMENTOS:

 

1.      Arquíloco se vuelve contra el ideal heroico-homérico.

 

Algún sayo con mi escudo se ufana, irreprochable arma

que sin querer junto a una mata arrojé.

Mas la vida he salvado. ¿Qué me importa el escudo?

Váyase enhoramala; ya tendré otro y no peor.

 

2.      El hombre no puede hacer nada frente al destino y los dioses.

 

Pues ni llorando remediaré nada ni empeoraré

nada dándome al placer y al regocijo.

 

            El yambógrafo Semónides era natural de Samos, pero llevó una colonia desde su isla natal a la de Amorgos. Al igual que en Arquíloco, en Semónides encontramos la convicción de que ell hombre es un ser impotente frente a los dioses y el destino, pero si Arquíloco se mantiene firme en medio de las tormentas, en Semónides se escucha el oprimido y opresivo lamento de un hombre que ve más que dolor a su alrededor.

 

            También a la tradición de la poesía yámbica, pero ocupando un lugar independiente, está Hiponacte de Éfeso. Al parecer era de linaje aristocrático, pero su destino lo arrojó a la miseria. Lo que distingue a este poeta marcadamente de Arquíloco es su manera totalmente distinta de enfrentarse al mundo que le rodea. Hiponacte no se preocupa: en sus versos existe el instante, y nada más. Es un poeta verdaderamente realista. Lo que le sostiene en la miseria de su vida de pordiosero es su humor.

 

 d) La elegía.

            Al parecer, el canto fúnebre fue el dominio originario de la elegía, y la música de flauta era su acompañamiento. Pero allí donde se nos aparece por primera vez la elegía, tiene ya contenidos diversos. Esto se da ya en Arquíloco, de quien poseemos los poemas en dísticos más antiguos.

             Desde el punto de vista formal, lo que caracteriza a la elegía es su esquema métrico, constituido a base de un dístico, esto es, un hexámetro y un pentámetro:

 _ uu     _ uu    _ uu    _ uu    _ uu    _ u

_ uu     _ uu    _  /   _uu    _ uu    u

             Cronológicamente se inicia la historia de la elegía con Calino de Éfeso (primera mitad del siglo VII a. C.). En los fragmentos que conservamos se aprecia que el contenido y la forma lingüística están muy influidos por la epopeya.

 

            Tirteo, del que se duda si era espartano de origen o de adopción, compone elegías que, como las de Calino, presentan contenido y forma muy determinados por la épica. La poesía de Tirteo se moldea en torno a la única exigencia de arriesgar la vida por la victoria en la primera fila de los combatientes.

 

            Distinto tono encontramos en el poeta Mimnermo de Colofón (en torno al 600 a. C.). En él todo estriba entre la floreciente alegría de la juventud y las tribulaciones de la edad. El mito ocupa más lugar. Lo que poseemos de Mimnermo nos basta para declararlo maestro de la palabra y del metro elegíaco.

 

 e) Solón.

             Solón (siglo VII a. C.), el primer poeta ático, es el precursor del gran momento del período clásico griego.

            Solón escribió en metros yámbicos y trocaicos, así como elegías al modo de Tirteo y Calino. Como paradigma del arte ático, fue en último término un poeta totalmente independiente, determinado por su lucha y su pensamiento personal.

             En Solón no se distingue una clara línea divisoria entre los poemas en metro elegíaco y yámbico. En las dos formas hace declaraciones personales, pero se puede reconocer que en las elegías se orienta más hacia lo general, en tanto que en los yambos y metros semejantes habla exclusivamente en causa propia.

             Aún estamos bastante alejados del período clásico, pero en las poesías de Solón hay algo de su claridad que vuelve las cosas de la vida simples y bellas.

 

 1.      Relación causal de los actos del hombre y sus consecuencias:

 

De la nube proceden la nieve y el granizo; y el trueno

del brillante relámpago nace: el estado perece

a manos de los fuertes, y el pueblo, ignorante, se postra

a los pies del tirano.

 

 

II. APOGEO DE LA LÍRICA ARCAICA.

 

 a) Teognis.

           Con el nombre de Teognis de Mégara (alrededor de 520 a. C.) poseemos una recopilación de aproximadamente 1.400 versos en metro elegíaco. Todos son poemas breves, poesías para los banquetes de los hombres.

 

            La diversidad de los contenidos echa por tierra la suposición de que se trate de una composición uniforme, y las diferencias de tono hacen suponer la participación de varios poetas. Pero sería exagerado querer negar rotundamente toda unidad de estructura: prácticamente todas las ideas son producto de un mundo en el que la concepción aristocrática de la vida lucha por su derecho a la existencia. Se puede, en definitiva, suponer que las poesías auténticas de Teognis fueron el punto de arranque de un proceso que probablemente sólo en el transcurso de varios siglos llegó a la forma actual, por las abreviaciones y ampliaciones más diversas, que incluyeron la introducción de versos de poetas tales como Mimnermo y Solón.

 

            Los poemas de Teognis están dedicados, en su mayoría, a su escudero Cirno, a quien expone su doctrina militar y caballeresca. Para él, los nobles son los buenos, y el pueblo es cosa abyecta. El poeta cree que la raíz profunda de los males de su tiempo está en el enriquecimiento de las clases bajas.

 

b) El epigrama y el escolio.

             Los epigramas hexamétricos formado por uno o más versos son relativamente frecuentes en el siglo VI a. C. El epitafio y los ofrecimientos votivos constituyen los temas más frecuentes de estos epigramas.

 

            Probablemente, los dísticos epigramáticos tuvieron su origen en el Asia Menor. En Grecia continental, principalmente Atenas adoptó esta forma y la desarrolló magníficamente.

 

            El ‘scolion’ es un canto en la tertulia de hombres, canto que no hacían los comensales por turno, sino únicamente los más aptos. El nombre de ‘scolion’ que se le dio a este canto se debió a su movimiento irregular (scoliov" = ‘torcido’) dentro de la reunión. Aunque el comienzo de estas prácticas fue la improvisación, también los poetas de alto rango compusieron escolios. Se trata de pequeñas estrofas que, en realidad, son una imitación o derivado de la lírica monódica anterior. En estos cantos escuchamos a los aristócratas que, en tanto beben vino, cantan sus alegrías y sus penas y los fundamentos de su modo de vida. Los temas de estas composiciones simposíacas son himnos a los dioses, temas míticos, temas históricos, tema de los amigos, temas convivales, sátira, etc.

 

c) Anacreonte.

             Anacreonte (563-478), como el resto de los habitantes de Teos, abandonó su ciudad natal cuando advino el peligro persa. Llegó a Abdera, donde nacieron sus primeros poemas.

             Después, Anacreonte se dirigió a Samos, a la corte del tirano Polícrates que, como otras cortes de tiranos, aspiraba a ser corte de las musas. Cuando cayó Polícrates, Anacreonte partió a la corte ateniense del tirano Hiparco.

             El marco de la poesía de Anacreonte lo constituye el distinguido simposio, que en las cortes de los tiranos sobresalían por el refinamiento de los modales. Aquí nada hay de alboroto entre beodos, aquí se da el propósito de beber con mesura acompañándose al son de hermosas canciones. Anacreonte desea cantar los fulgurantes dones de Afrodita y los alegres placeres de la fiesta. Hermosos jóvenes les sirven de escanciadores: muchos versos se dirigen a ellos. Pero también aparecen mujeres: por regla general serían esclavas, acaso las flautistas que se contrataban para el banquete.

             La magia de los versos de Anacreonte estriba en un blando abandono en el que aparece todo como velado. El tiempo no ha sido benigno con Anacreonte. Sus innúmeros imitadores no han hecho más que manchar su nombre, convirtiéndolo en el tipo de la senilidad envinada e impúdica. Pero Anacreonte fue un excelente poeta del placer.

 

c) La lírica coral.

            Íbico (aprox. 650), procedente del occidente griego, como Estesícoro (al que inicialmente siguió en su gusto por el mito), llegó a la corte del tirano Polícrates, en Samos. Aquí, la poesía de Íbico tomó un curioso giro hacia una lírica coral de tintes eróticos. Excepto en Safo, en ningún poeta arcaico aparece el tema amoroso con más intensidad, concreción y vida, unido al tema de la naturaleza: las flores y los pájaros, sobre todo. Íbico es, en cierto modo un predecesor de Simónides, que combina la lírica coral propia de la tradición con la expresión de una personalidad nueva, moderna, a través de la monodia.

 

            Simónides nació alrededor del 556 en Ceos. Se educó en una sociedad que había desterrado el lujo. Cuando alcanzó fama como poeta, llevó una vida errabunda, que le condujo por amplias regiones del mundo griego, pero sobre todo a las mesas de los poderosos. Murió en Sicilia, aproximadamente en 468.

            Simónides incorporó un nuevo campo para la poesía artística lírico-coral: los cantos para los vencedores en las fiestas deportivas (epinicios). Los restos que poseemos no nos permiten hacernos una idea determinada de sus Cantos triunfales. Con estos poemas, Simónides fue el primero en romper las fronteras entre la poesía religiosa y la profana, al utilizar la lírica coral para cantar no a dioses ni héroes, sino a hombres.

            Al parecer, Simónides también extendió la lírica coral a amplias esferas de lo humano. El lamento por la muerte de los seres queridos y el consuelo en el dolor encuentra una nueva forma en el treno lírico-coral de Simónides. En forma memorable relacionó el treno con el encomio, o más bien transformó el canto de lamento en canto de alabanza, cuando cantó a los muertos en el combate de las Termópilas.

            Un mérito especial de Simónides lo constituyen sus Epigramas, donde, en tan sólo dos o cuatro versos, conseguía la inmortalidad para sus contemporáneos, aplicándoles el merecido elogio y el epíteto justo. También compuso escolios, obsequios poéticos para los poderosos a cuya mesa se sentaba.

            Simónides gozó crédito de sabio. Sus sentencias eran citadas como ejemplo de buen seso. Fue un poeta de gran calidad, con metáforas y símiles deslumbrantes.

 

            Píndaro (522-448) es el segundo gran poeta de Beocia. Parece ser que perteneció a una familia distinguida, y que estudió en Atenas. Su poesía lo puso en contacto con muchos centros políticos y culturales de su tiempo, pero, a diferencia de tantos otros poetas errantes del período arcaico, guardó fidelidad constante a su patria.

            Los triunfos del poeta en Sicilia fueron decisivos para la consagración de su prestigio panhelénico. Cuando Píndaro regresó de Sicilia, pudo aspirar a ocupar el primer rango entre los poetas corales de su época. Siguió una época particularmente activa de creación, en la que de todas partes de Grecia se solicitaban las obras del poeta.

            Los alejandrinos ordenaron los cuatro libros de Epinicios de acuerdo con las festividades: Olimpia, Delfos, Nemea e Istmo de Corinto. Casi todos los epinicios denuncian la presencia de determinados elementos en su estructura: alusiones la vencedor, su familia y sus méritos deportivos en otras fiestas, el mito y la sabiduría gnómica.

            Píndaro nos resulta hoy singularmente pasado de moda: su vida se gobernaba por su creencia en la religión hereditaria y en las pretensiones de la nobleza. Reverenciaba cuanto era cosa del pasado; no quiere volver los ojos hacia la triste realidad presente, sino que su mirada va hacia atrás, hacia los momentos grandiosos de la aristocracia tal como él la entiende.

            La poesía de Píndaro es difícil. Sus bruscas transiciones de tema, sus rápidas alusiones mitológicas, el orden tan complicado de sus palabras y la dificultad de sus juicios éticos, hacen de él el más complicado de los poetas griegos.

 

            Baquílides (504-450) procede de Ceos, como Simónides. En los Epinicios de Baquílides se repiten los elementos que encontramos en Píndaro: el mito ocupa la parte central y los demás elementos forman un marco en torno a él.

            La fuerza de Baquílides reside en su talento narrativo. Su lenguaje es más ligero que el de Píndaro: en lugar de un avance pausado, un deslizamiento fluido; en lugar de construcciones pesadas, una riqueza de léxico dinámica y colorista. Su gran preocupación es ser agradable, y lo consigue. La influencia de Homero es mucho mayor que en Píndaro.

  

III. LA ÉPOCA DE LA POLIS.

             Como en los tiempos arcaicos, una buena parte de la vida de los hombres transcurría en las alegres reuniones del simposio. Pero no sólo la nobleza celebraba estos banquetes, sino que las viejas costumbres se extendieron a círculos más amplios. El canto seguía siendo la culminación de estas reuniones, y podemos pensar que el escolio y la elegía florecieron vigorosamente, pero no se han conservado.

             La poesía epigramática también siguió su vigoroso desarrollo. Grandes poetas, desde Simónides hasta Eurípides, e infinidad de anónimos, adornaron sepulturas, monumentos y ofrendas votivas con sus versos.

             El hecho de que el yambo no muestre un desarrollo independiente en esta época probablemente se deba a la intensidad con que se lo apropió la comedia.

             En la segunda mitad del siglo V la producción dramática estaba en primer plano, y había atraído el interés general a tal punto que los demás géneros literarios quedaron en la sombra; la única excepción la constituye la lírica coral, que debió parte de su importancia a haber definido su posición con respecto al drama.

 

IV. DE ALEJANDRÍA EN ADELANTE.

            La significación histórica del helenismo reside en que rompió finalmente las estrechas fronteras de la polis y abrió camino libre a lo griego para su difusión cultural.

 

            El mundo griego se vio fraccionado en monarquía militares, la civilización griega se extendió hacia el Indo por obra de Alejandro, la autocracia sucedió a la democracia, el arte y la literatura pasaron a ser privilegio de los escogidos. Nació la erudición, y los eruditos y humanistas comenzaron a componer poesías a su modo.

             La poesía resucitó en el siglo III a. C., cuando el centro de la vida griega se había trasladado a Alejandría. Allí, bajo los benévolos Tolomeos, un pequeño círculo de hombres eminentes se divertía en escribir versos que se enviaban unos a otros. Alejados de la vida activa, sólo vivían para las letras. Los alejandrinos fueron los lejanos abuelos del romanticismo, de la poesía culta, y también de esa poesía que recoge la diaria experiencia de las sociedades más civilizadas.

             La figura principal de este movimiento fue Calímaco (310-240). Escribió himnos y epigramas. Su objetivo era sorprender y divertir. Su gran cultura le proporciona términos desusados, y muestra singular afición a retorcer el orden acostumbrado de las palabras. Su don característico es el don romántico, y acierta a veces a crear una atmósfera de tensión sobrenatural. Calímaco prefiere el poema pequeño y delicado frente al extenso.

 

            Teócrito (316-260) ha ejercido una vasta influencia en la posteridad. Escribió ‘idilios’, ‘pinturas’, y su principal asunto es la vida pastoril en Sicilia. El mundo de Teócrito es un mundo de pura fantasía, pero su belleza es tal que todo parece allí real y viviente. Los pastores son poetas, y sus cantos expresan los deleites de una vida imposible. Para Teócrito, cada palabra debe decir algo, y no hay lugar a las fáciles repeticiones de la épica o a los recursos convencionales del drama. La poesía de Teócrito lleva la marca helenística sobre todo en la esmeradísima preocupación por la forma.

 

            Los poetas alejandrinos, sobre todo Teócrito y Calímaco, tuvieron muchos imitadores, y entre todos ayudaron a la supervivencia de la poesía. En la vasta colección de la Antología Griega se han preservado mil años de poesía, y es notable el advertir cómo los últimos especímenes se mantienen junto a los primeros. Los poetas representados en esta colección suelen escribir conforme a reglas, siguiendo cuidadosamente el ejemplo de sus predecesores, pero no están desprovistos de alguna originalidad.

 


[1]Partenio: ‘canción de doncellas’, especie de himno procesional cantado por muchachas con motivo de algún acto religioso.

[2] Estesícoro puso de moda en el arte el tema de Gerión, al que Heracles mata tras robar su ganado.

 

[i] Comienzo del partenio con la parte mítica: los hijos de Hipocoonte, derrotados por Heracles.

[ii] Poros y Esa, dioses del destino en Esparta.

[iii] Porco, dios marino espartano.

[iv] Es la belleza de la tal Hagesícora, y no las jóvenes del coro, la que conseguirá el triunfo.

[v] Artemis Ortia, protectora de Esparta.

[vi] En la Asamblea de los dioses Atenea se dirige a Posidón, abuelo de Gerión, recordándole su promesa de no intentar salvar a éste.

[vii] La comparación del guerrero herido con la adormidera ha sido imitada de la Ilíada. 

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