1.
Otra
vez Eros, mirándome lánguidamente con sus ojos bajo sus párpados oscuros, con
mil incitaciones me empuja dentro de la red inextricable de Afrodita. Lo temo
según viene, igual que un caballo sufridor del yugo que compite en los Juegos,
a la vejez, mal de su grado con el carro veloz entra en la carrera.
2.
En
primavera los membrilleros, regados por las corrientes de los ríos allí donde
está el jardín intacto de las Vírgenes, y los pámpanos que crecen bajo los
troncos frondosos de las vides, adquieren lozanía; pero el amor no duerme para
mí en ninguna estación..., entre relámpagos quemándome, el tracio Bóreas,
lanzándose, envidado por Cipris, en medio de una furia que lo agosta todo,
trayendo oscuridad, falto de miedo, del suelo con violencia arrebata mi corazón.