Tradicionalmente se ha venido admitiendo que el latín es una lengua de construcción libre en lo que al orden de palabras se refiere, y se han formulado unas cuantas reglas de colocación de palabras con un sinnúmero de excepciones para cada una de ellas. Lo que sí se puede afirmar es que cuanto mayor es la complejidad morfológica de una lengua, tanto menor es el valor del orden de palabras como marca de relaciones sintácticas. La gran riqueza morfológica del latín convierte a menudo el orden de palabras en una marca redundante de unas relaciones ya especificadas por medio de morfemas, de ahí el gran número de excepciones que los gramáticos siempre añadían a la lista de reglas sobre la colocación de las palabras en la frase, y el importante valor estilístico que puede adquirir. Frente a todo esto, cabe decir que los hablantes latinos sí debían tener conciencia de un ordo rectus, un orden esperado de las palabras en la frase; este ordo rectus está sujeto a tres reglas principales:
Este ordo rectus puede ser transgredido fundamentalmente por dos tipos de motivos:
Senatus Populusque Romanus Mecum Mos maiorum Dii inmortales
Luget senatus, maeret equester ordo...;
O de orden estético: Spernitur orator bonus, horridus miles amatur. |
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