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Andrés Conde
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1. Los lunes vienen de lejos sus ojos y tengo que enseñarles el camino de vuelta.
Y a veces soy un tipo valiente y me rindo y les ruego que sigan las señales azules de la derrota.
Y a veces soy un héroe y miento y oculto las negras heridas en mis ojos de muerto in utrumque paratus.
Rápido, porque los viernes se van lejos sus ojos.
2. Anduvimos largo rato por la nacional seiscientos treinta, sobre la raya continua. Mientras duró el alcohol. Yo hice de héroe, de Springsteen, de Paul Newman, y la miraba con el desdén del perdedor. Y ella, en consecuencia, hizo de enamorada.
Desanduvimos cada uno por su arcén la nacional seiscientos treinta, cuando se apagó el brillo de mis ojos. Ella, desperezándose del papel de enamorada, se agarró del brazo del taxista y lo besó en los labios. Yo me quedé en el arcén. Poco después pude escuchar de nuevo los gritos de los niños en el parque.
3. Es muy probable que tenga pronto una muerte abominable, o que sea convertido en tal o cual bestia aborrecible. No será extraño tampoco si mi lengua enmudece y mis ojos enceguecen. Sé que peco de soberbia: cómo no sentirse igual a un dios, o incluso más, si tú me miras y me hablas. |