
Los textos están tomados de:
Pedro de Valencia, Obras Completas. IV Escritos Sociales. 2. Escritos Políticos. León. Universidad de León, 1999.
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PEDRO DE VALENCIA
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ACERCA DE LOS MORISCOS DE ESPAÑA. 1.La
diversidad de lengua como causa de discordia. La tercera es la diversidad de la lengua y de la letra y forma de escribir en todo diferente, y aun contraria, pues nosotros y todos los europeos procedemos escribiendo el renglón de la mano izquierda a la derecha, y el suyo viene al contrario, como hilera de soldados que marcha a encontrarse y combatir. Es tan propio para causar discordia y disensión la diversidad de lenguaje, que escogió Dios este medio para estorbar la concordia con que para mal se habían juntado los edificadores de la Torre de Babel. (p. 80)
2.Una solución para las
discordias: la muerte. Primeramente, la escisión, que es matar y acabar a los enemigos de quien se tiene temor para quedar con seguridad, es el remedio de que luego echan mano los cobardes y los inhumanos y tiranos: Que el amor propio y el querer mirar por sí, sin consideración de piedad ni justicia, los hace crueles y descuidados de su conciencia y de la infamia que se les ha de seguir. Toman también más fácilmente este medio porque no es menester ingenio para inventarlo y se ofrece luego a todos (...). (p. 97)
3.Otro remedio: la expulsión. Aunque no se les quite nada, el destierro de suyo es pena grande, viene a tocar a mayor número de personas y entre ellas a muchos niños inocentes, y ya hemos presupuesto como fundamento firmísimo que ninguna cosa injusta y con que Dios nuestro Señor se ofenda será útil y de buen suceso para el Reino, antes le apresurará perdición. (p. 104)
4.La dispersión. El primer medio en la ejecución debiera
ser la dispersión, que todos los moriscos que están en España, así de los
reinos de Aragón y Valencia y los que en cualquiera parte viven de por sí en
pueblos enteros, como los demás que están esparcidos por el Reino después de la
rebelión de Granada, se repartan por todos los reinos de Su Majestad, entrando
en ellos Portugal, y si otros de los estados y reinos fuera de España pareciere
que pueden admitir parte de esta gente sin riesgo; porque, mientras en más
tierras se esparcieren, se conseguirá mejor el fin de la dispersión, para el
cual conviene también que el repartimiento sea muy general y se haga muy por menudo,
de suerte que no echen en una ciudad, por grande y populosa que sea, de veinte
casas arriba, y en los pueblos menores a respecto. Pero, por pequeño que fuese
algún lugar, se le había de repartir alguna casa, procurando que si posible
fuese resultase una dispersión que encubriese y deshiciese esta nación, y les
quitase la liga y comunicación entre sí, y el conocerse unos a otros. (p. 109) Este es el fin de la dispersión: que se
expela hacia cada parte tan pequeño número de esta gente que no pueda prevalecer
ni haga contrapeso, y que desconfiados de sus fuerzas y de haber de salir con
su intento, en algún tiempo se allanen y dejen la pertinacia de su secta; (p.
109)
5.La conversión. El mayor bien (de la dispersión) es que facilita mucho la conversión de esta gente, que es lo principal o el todo, y lo que primero debe ser en la intención, porque pertenece a la santificación y gloria del nombre de Dios, por Jesucristo nuestro Señor, y a la salvación de muchísimas almas, que monta más que todos los reinos e imperios del mundo, en cuanto al valor temporal de ellos. (p. 113)
6.La permistión. La fuerza de la razón y de las mismas cosas nos aprieta y apremia a que busquemos el medio de la permistión, que es el medio más antiguo, más loado y aprobado con razones y experiencia y el de mejores efectos, que se ha hallado en el mundo para la pública paz y concordia, para la seguridad y acrecentamiento y para la perpetuidad de los reinos e imperios. (p. 119) Conviene pues que, esparcidos los moriscos, se trate de su verdadera conversión con amor y caridad, que vean ellos que los queremos bien, para que se fíen de nosotros y nos crean, que, en pareciendo por las obras y no por las palabras solas que están bien informados y seguros en la fe, no sean notados ni distinguidos ni con el apartarlos ni forzarlos para oír misa y doctrina, ni con carga de tributos especiales; que, entre tanto y siempre, los que fueren naciendo de matrimonio de cristianos viejos y moriscos, no sean tratados ni tenidos por moriscos, que a los unos ni a los otros no los afrentemos ni despreciemos. (p. 123)
7.Aseguración o
sujeción. Es necesario, particularmente para asegurarse de los moriscos de España y de los acometimientos de los turcos y moros y para que se puedan hacer facciones de importancia y acudir a las necesidades con presteza, tener tercios en las plazas de África, que ellos ganarían allí otras en que alargarse y que sustentarían en parte de correrías y entradas en la tierra. (pp. 134-135)
8.Conclusión. En la materia de este tratado dicho he mi parecer con resolución, eligiendo para cura total la dispersión en primer lugar, y, después de ella (en orden, no en dignidad), la conversión y, finalmente, para sanidad perfecta la permistión. Y en todos tiempos y para todas ocasiones he aconsejado al Rey que viva armado y con recato de muchos que dentro y fuera de España le aborrecen y acechan. (p. 138)
DISCURSO SOBRE EL PERGAMINO Y
LÁMINAS DE GRANADA.
1.El prejuicio estorba
la razón. Desde la invención de aquellas reliquias me han pedido diversas veces señores y amigos míos, a quien debo respeto y tengo obligación, les diga mi parecer acerca de ellas y del pergamino y láminas; yo lo he rehusado hasta ahora, por haber echado de ver luego desde el principio que la piedad de la causa y la consideración que han hecho el Sr. Arzobispo y la ciudad de Granada, como de propia honra e interés grande, han llevado tras sí el aplauso universal del vulgo y la aprobación de muchos y han anticipado el juicio. Esto es, han hecho prejuicio sin esperar el conocimiento de causa y el examen que tan grave materia requería (...). El Sr. Arzobispo y todos los magistrados y nobles manifestaron su deseo de que un tesoro tan grande se hallase cierto y de los quilates que lo imaginaban y querían, y llevarían muy mal que los toques declarasen en contrario, y aun era de temer que se enojarían contra los que quisiesen vencer con razones. (p. 436) 2.Opinión de falsedad. Presupuesta, pues, entera noticia del caso, qué reliquias y escritos y láminas, y en qué materia, y adónde y cómo y cuándo, y por quién se hallaron, y qué contienen y enseñan los escritos y libros, se debe tratar del examen de ello, y no antes, que por esto también deseaba yo diferir y madurar mi parecer, porque aunque he entendido lo que contienen el pergamino y láminas, pero de los libros no sé más que los títulos y algunas cosas por relación, que pueden ser inciertas, pero por lo que he visto y por lo que se ha dicho y escrito por muchos en pro y en contra, tengo para mí que es todo ello impostura y engaño muy reciente, compuesto por hombres que por ventura viven hoy y por hombres indoctos en la historia y doctrina eclesiástica y en las letras humanas y lenguas antiguas: hebrea, griega y latina, que si hubieran tenido aparato de erudición muy más verosímil pudieran haber hecho el engaño, que no tuviera encuentro con ninguna de las cosas asentadas en nuestras historias, doctrinas, lengua y antigüedad. (pp. 438-439) CARTA AL DUQUE DE FERIA, VIRREY
DE SICILIA, SOBRE EL ENCUENTRO QUE TUVO EL CARDENAL BARONIO[1]
CERCA DE LAS COSAS DE SICILIA, SOBRE LO QUE ESCRIBIÓ NEGANDO LA VENIDA DE
SANTIAGO A ESPAÑA Y OTRAS OPINIONES QUE SIGUIÓ (En Zafra, 22 de Junio de 1605). 1.Ánimo poco amistoso
de Baronio hacia España. Conforme a este repecto y afición, me
dio mucha pena ver que hubiese gustado de mostrarse no bien afecto a las cosas
de España, y que buscó ocasiones para descubrir éste su ánimo, cual fue el
poner en cuestión la venida y predicación de Santiago, y el inclinarse tan de
buena gana al sentimiento y opinión contraria a la de las Iglesias e
historiadores de este Reino, y haber hecho, como se entiende, que esta historia
se modificase y se refiriese, con excepción, en las lecciones del Breviario,
siendo así que pasan otras de menos autorizados autores con sencilla relación y
sin que se les ponga nota de duda, que son muestras de ánimo a lo menos no
amigo, y que apenas se puede librar de sospecha de malignidad o mala voluntad,
vicio grande en historiadores, que los griegos notan con nombre de kakohvqeia.
(pp. 462-463) DISCURSO DEL DUQUE DE FERIA[2],
NUEVO VIRREY DE SICILIA, A SUS SÚBDITOS, PROPONIÉNDOLES LAS NORMAS DE GOBIERNO. 1.No aprovechar
particularmente el poder público. Para estos intentos y effetos pondré
cuidado que mis criados i familia i mis ministros todos bivan sin avaricia, sin
agravio ni daño ni desprecio de persona alguna, sin atribuirse más preeminencia
ni ventaja que tuvieran en otra parte o si yo habitara aquí sin officio, antes,
con mayor modestia y recogimiento, por eso mismo que soi virrei i que me toca dar
exemplo, sólo con mi persona, sino en todas las de mi casa, a las quales, por
bien que los quiera i estima que haba de ellas, no se piense que les tengo de
dar parte ni autoridad alguna en el gobierno, ni que me dejaré llevar de sus
intercessiones ni de las de otros familiares o amigos, de aquí ni de fuera,
para hazer favores particulares. (p. 478) AL REY NUESTRO SEÑOR. CONSIDERACIÓN DE PEDRO DE
VALENCIA, SU CRONISTA, ACERCA DE ENFERMEDADES Y SALUD DEL REINO. 1.Reino y Monarquía. Fue el casamiento del Reino con la
Monarquía nada acertado en sí, como si un labrador y ganadero, rico de
heredades y ganado, casase con una señora de alto linaje y gran presunción que,
con sus demasías, pompas y gastos, lo inquietase y empobreciese y lo fuese
consumiendo. Siguiósele también una muy grande dispersión de la familia, porque
los labradores y pastores de ella, por huir del trabajo ordinario, se fueron de
buena gana a ser soldados, tratantes y agentes de negocios. (p. 514) 2.El ansia expansiva es la perdición
de las naciones. Puédese probar largamente, con razones
y autoridades de los sabios y prudentes y con experiencia de todas las naciones
y edades del mundo, el daño gravísimo que luego, sin dilación, se les sigue, y
la total perdición que después les sobreviene a las provincias y naciones que,
no contentas con su libertad y con ser señoras de sí a solas, apeteciendo
señorío, se han alargado y fundado monarquía sobre otros reinos y repúblicas.
(p. 517) 3.El dinero, raíz de
los males. Como la Monarquía no puede conservarse
sin guerra, así también no puede vivir sin dinero para socorrer las necesidades
rabiosas en que la ponen sus apetitos y aprietos. Viénese a tener en las
monarquías grandes por único bien el haber mucho dinero en las ciudades y
pueblos, que esto llaman riqueza y aun felicidad, siendo así que no hay raíz
más fértil de males que el haber mucho dinero. (p. 521) 4.El poder absoluto en
buenas manos. Otro bien grandísimo tiene la Monarquía
que, si gozase de ordinario, haría contrapeso a todos sus males, pero gózase
muy raras veces, y es que si por merced del cielo sucede en el imperio un
príncipe benigno, justo y sabio, juntándose el poder absoluto incontrastable
con la sabiduría o buena intención, no hay bien que se entienda que no se
mande, y que no se ponga por obra, de que se sigue un siglo de oro, una pública
paz, como en el imperio de la paz de Augusto y en los felices siglos de Trajano
y Marco Antonino el filósofo, y de otros buenos emperadores. (p. 522) [1] Cesare Baronio (1538-1607), cardenal e historiador de la Iglesia, fue discípulo de san Felipe Neri. En el Tomo Xi de sus Annales ecclesiastici analiza los orígenes de la Monarquía de Sicilia y concluye que había sido injustamente instituida y fundada contra los derechos de la Iglesia. En el tomo I trata de la venida de Santiago a España. [2] Pedro de Valencia redactaba también discursos o textos a petición de otras personas, como en este caso para el duque de Feria en 1602. |