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HUMANISMO EXTREMEÑO
Hoy día los vocablos humanismo y humanista parecen significar tantas cosas y se aplican a tan variados conceptos que prácticamente no significan nada. El término humanismo fue acuñado en Alemania a principios del siglo XIX para designar el movimiento literario, artístico y filosófico que iniciaron los humanistas italianos y neogriegos del siglo XV. El término humanista se remonta precisamente al siglo XV tardío, y fue de uso común durante el XVI. El Renacimiento entendía por humanista un maestro o estudioso de las humanidades, de los studia humanitatis, término aún más antiguo, que aparece ya en los escritos de Cicerón y Gelio, y en eruditos del siglo XIV como Salutati. En el siglo XV, el término studia humanitatis comprendía cinco materias: gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral. Para los humanistas la verdadera sabiduría era el conocimiento del hombre y el medio de lograrlo pasaba por el estudio de las disciplinas que tratan del hombre. Aunque el hombre era el centro del universo, para los humanistas el estudio de la Biblia, como palabra de Dios dicha a los hombres, constituía la pirámide del saber humano. A su conocimiento se encaminaban los studia humanitatis y se subordinaba el resto de los saberes. La secularización de la cultura propia del modernismo y posmodernismo trajo consigo nuevas visiones del hombre, completamente ajenas a los cultivadores de los studia humanitatis. Los auténticos humanistas reúnen en sus aspiraciones la destreza literaria, la erudición histórica y filológica y la sabiduría moral, tres facetas que consideraban inseparables. El ideal humanista propone como fundamento de toda educación la expresión correcta y la comprensión completa de los clásicos, el ideal de una formación literaria que no se cierra ningún horizonte práctico ni teórico. El humanismo llega a España desde Italia, de la mano de Antonio de Nebrija, quien, desde 1486 hasta 1504, tuvo muy estrecha relación con Extremadura, como protegido de D. Juan de Zúñiga, Maestre de Alcántara y luego Arzobispo de Sevilla. Nebrija visitó repetidamente la Serena y pasó allí largas temporadas, sobre todo en Zalamea, en cuya Academia impartió lecciones, y Villanueva. Asimismo Nebrija, en sus últimos años, mantuvo estrecha relación con Brozas, donde residía su hijo Marcelo, enlazando así de forma directa con el Brocense. Además del magisterio de Nebrija y su irradiación cultural desde la Serena, existieron en Extremadura, en la segunda mitad del siglo XV, otros focos prehumanísticos en la Alta Extremadura, que debieron de tener relaciones con la Academia de Zalamea: el convento de San Vicente de Plasencia y el de la Encarnación de Trujillo, donde se estudiaba teología, gramática y retórica. Estos inicios del humanismo en la Baja Extremadura con Nebrija y la Academia de Zalamea y en la Alta Extremadura con los focos de Plasencia y Trujillo prepararon el surgimiento de los grandes humanistas extremeños del Siglo de Oro. Desgraciadamente, cuando a lo largo del siglo XVI toda España se va llenando de Universidades o Estudios, Extremadura se queda al margen. Por ello, los humanistas extremeños se formarán y desarrollarán su actividad fuera de la región. Bibliografía: - Nieto Ibáñez, J.M. (ed.), Humanismo y tradición clásica en España y América, León, Universidad de León, 2002. - Kristeller, P.O., “El territorio del Humanista”, en Historia y Crítica de la Literatura Española II, Rico, F. (ed.), Barcelona, Crítica, 1980. - Holgado Redondo, A., Humanistas extremeños, Retamal de Llerena, Ayuntamiento, 2000. - Rico, F., “Humanismo y dignidad del hombre en la España del Renacimiento” en Historia y Crítica de la Literatura Española II, Rico, F. (ed.), Barcelona, Crítica, 1980.
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