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[Rui López de Segura
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FAUSTINO DE ARÉVALO. Nació en Campanario en 1747. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1761 y, con la expulsión de los jesuitas, llegó a Italia en 1767, donde se entregó al estudio de los clásicos latinos y de los autores latino-cristianos. Volvió a España en 1815, y fue Rector del Colegio de Loyola. Murió en Madrid en 1824.

Su primera gran obra fue Hymnodia Hispánica (Roma, 1786), edición y comentario de más de un centenar de himnos eclesiásticos. Algunos de estos himnos son obra del propio Faustino de Arévalo.

Editó a cuatro de los poetas latino-cristianos: Prudencio, Draconcio, Juvenco y Sedulio. Sus ediciones contaban con amplios estudios y numerosas notas explicatorias.

Su mayor obra filológica es la edición de San Isidoro, gran muestra de erudición histórica y filológica.

 

FRANCISCO PATRICIO DE BERGUIZAS. Nacido en Valle de Santa Ana en torno a 1750, fue sacerdote, miembro de la Real Academia Española y bibliotecario de la Biblioteca Real. Murió en Cádiz en 1810, tras huir de Madrid ante la llegada de los franceses en 1808.

Su principal mérito humanístico consiste en haber sido el primer traductor -y en verso- de Píndaro al castellano, traducción precedida de un largo Discurso sobre el carácter de Píndaro, muestra de su enorme valía como crítico literario. Sólo publicó el tomo I de (14 Olímpicas).

 

VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA(1), de Zafra. Nace en 1734, y se traslada varias veces con sus padres, funcionarios de la administración pública, hasta afincarse en Madrid. Estudia algún tiempo en la Universidad de Salamanca, mas sin conseguir una sólida formación. Se casa con Gertrudis Carreras, pero su matrimonio acabó en fracaso, lo cual, unido a las persecuciones políticas de que fue objeto, al parecer acabó transformando su carácter que, de sereno y bondadoso, se convirtió en agresivo y discutidor.

Entre 1756 y 1766 obtiene bastantes éxitos literarios. Se adhirió al círculo del Duque de Alba, antiabsolutista declarado pero defensor de los privilegios aristocráticos. En esta dualidad entre conservadurismo y reforma está la clave de su gran obra, Raquel.

Parece indudable que García de la Huerta participó activamente en el Motín de Esquilache, donde, según algunos, se inspira Raquel.

En 1766 pasa una breve estancia en el agitado París prerrevolucionario.

A su vuelta, es acusado por Aranda, sucesor de Esquilache, de haber divulgado coplas injuriosas contra el primer ministro. Sufre el exilio en Orán durante nueve años, donde es probable que escribiera Raquel.

Raquel ha merecido notables elogios y duras críticas. Calificado como drama político, sus virtudes están en la brillantez de etilo, la mesura del tratamiento escénico y el acertado uso del romance endecasílabo.

García de la Huerta es también autor de dísticos latinos y traductor, en verso, de Horacio y Ovidio.

JUAN PABLO FORNER(1), de Mérida. Gran erudito y muy aficionado a los autores antiguos. Nace en 1756, de familia valenciana. Se educó con su tío, el doctor Andrés Piquer. Estudió en las Universidades de Madrid y Toledo, pero al parecer nunca se tituló. Se dedicó a la jurisprudencia, desempeñando puestos importantes en Sevilla y en Madrid. Murió en 1797, cuando iba a tomar posesión de la Presidencia de la Academia de Derecho.

Forner atacó a los ilustrados, llamó "loco" a Helvetius y "maníaco" a Rousseau, se reía de los afanes renovadores de Feijoo, insultaba a Locke y Voltaire. Pero hay también un Forner inconformista y renovador, entusiasta de Vives y de una educación integral, admirador del espíritu liberal, tolerante y democrático de las viejas instituciones hispanas. Esta ambivalencia de Forner explica la disparidad de los juicios sobre él, en función de las épocas e ideas políticas imperantes.

La biografía de Forner es la historia de sus luchas inmisericordes contra sus adversarios. García de la Huerta e Iriarte se vieron obligados a medirse públicamente con quien los superaba en recursos dialécticos. Con otros muchos mediría sus armas. Sus obras son casi siempre hijas de su ánimo batallador.

Su Oración Apologética por la España, y su mérito literario fue encargo de Floridablanca, para contestar a la pregunta del enciclopedista francés Masson de Horvilliers: ¿qué ha hecho España por Europa?.

Otras obras de Forner son: Sátira contra los abusos introducidos en la poesía castellana; piezas dramáticas como El filósofo enamorado, El Ateísta, La Cautiva, Los falsos filósofos; las Reflexiones sobre el modo de escribir la historia de España; las Exequias de la lengua castellana, ensalzada como lo mejor de su producción; Los gramáticos, historia chinesca, a modo de cuento exótico contra Iriarte.

 

JUAN MELÉNDEZ VALDÉS(1). Nace en Ribera del Fresno (Badajoz), en 1754, de familia campesina acomodada. Estudia en Madrid con los dominicos, luego en Segovia y, por último, en Salamanca, donde hace la carrera de Derecho. Entabla amistad con Cadalso y Jovellanos, que lo marcarían profundamente. Entre sus lecturas hay que destacar a Locke, Condillac, Montesquieu, Rousseau, D'Alembert, Helvetius, Diderot, Pestalozzi, Quesnay. Éstas son las bases que hicieron de Meléndez Valdés un seguidor de las Luces, fervoroso de la Razón y amante de la Enciclopedia, y un "afrancesado".

Meléndez Valdés se dedica primero a la enseñanza y luego a la magistratura. Los vaivenes políticos le afectaron de lleno; muy unido a Jovellanos, al caer éste en desgracia también lo arrastra a él: se le destierra de Madrid y es destituido de sus cargos con suspensión de sueldo.

Vuelto a la Corte con el Motín de Aranjuez, la invasión francesa le provoca sentimientos contrapuestos: su fervor patriótico le induce a excitar en los españoles la resistencia; por otro lado, se decide a colaborar con los franceses. Derrotados los franceses, Meléndez Valdés se ve forzado al exilio. Muere en Montpellier en 1817.

En 1785 publica su primera colección de Poesías, en la que todos los poemas, salvo cuatro, son de temas anacreónticos y amorosos, que después amplió, con la inclusión de otros temas, en la segunda colección, de 1797. La poesía anacreóntica de Meléndez Valdés es pleclaro ejemplo de la poesía rococó. Con frecuencia se le ha aplicado el calificativo de frívola, pero hay que tener en cuenta que el mundo rococó es sensual por definición.

La poesía filosófica de Meléndez Valdés, que incluye en la colección de 1797, además de la vigencia que puedan tener las ideas expresadas, presenta un lenguaje especial, tildado de retórico y discursivo, pero que se acomoda muy bien a la finalidad buscada.

Escribió además una obra de teatro: Las bodas de Camacho, con escaso éxito.

 

BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO. En su Ensayo se puede encontrar un gran número de noticias sobre la antigüedad.

 

 


(1) Los datos de Vicente García de la Huerta, Juan Pablo Forner y Meléndez Valdés están tomados de PECELLÍN LANCHARRO, M. Literatura en Extremadura. Tomo I. Badajoz, Univesitas Editorial, 1980. Para Meléndez Valdés hemos recurrido también a F. Rico (ed.) Historia y Crítica de la Literatura Española (Ilustración y Neoclasicimo), Barcelona, Crítica, 1983.

 

 

 


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