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LA SOCIEDAD ROMANA
La población romana está constituida por dos grandes bloques
humanos: hombres libres y esclavos.
Los hombres libres pueden ser ciudadanos (cives) o extranjeros (peregrini). A estos últimos se les
permite residir en Roma, pero carecen de derechos políticos. Los ciudadanos
poseen la civitas o ciudadanía, cuyos
elementos son:
Estos
derechos pueden adquirirse por nacimiento, por manumisión, por ley o por
concesión especial del Estado; asimismo, pueden perderse total o
parcialmente. Los ciudadanos se dividían, en un
principio, en patricios y plebeyos.
Los patricios eran los descendientes de los primitivos romanos, y constituyen la
aristocracia de la sangre. Los plebeyos forman la mayoría de la población en
Roma, y proceden sobre todo de los pueblos sometidos y de la inmigración; esta
masa está separada de los patricios por carecer del ius connubii, pero va conquistando poco
a poco, tras largas y tenaces luchas, la igualdad de derechos cívicos, sobre
todo debido a la necesidad de su cooperación en el terreno militar. Tras la expulsión de los reyes (509
a. C.), comienzan las luchas sociales entre patricios y plebeyos, con la
exigencia de éstos del reconocimiento de sus derechos políticos y civiles. A
partir del 302 a. C. la plebe consigue el acceso a todas las
magistraturas. Al equipararse políticamente
patricios y plebeyos, la antigua nobleza de sangre pierde gradualmente su
importancia y deja paso a la nobleza de
los cargos públicos (ordo
senatorius –orden senatorial-) y a la nobleza del dinero (ordo equester –clase de los
caballeros-). El ordo
senatorius o nobilitas (acceso al Senado), creado por
Augusto como categoría jurídica cerrada y carácter hereditario, está constituido tanto por patricios como por
plebeyos, cuyos antepasados habían desempeñado una magistratura del cursus honorum (cuestor, edil, pretor o
cónsul). El plebeyo que conseguía llegar a edil curul[1] se convertía en homo novus, y fundaba la nobilitas de su familia. Esta clase
senatorial denominaba a sus miembros optimates y boni cives, y representa la primera
clase de la sociedad. El ordo equester integró una rica burguesía
dedicada a las actividades económicas y judiciales. Como los senadores no podían
dedicarse al comercio ni a los negocios, los caballeros se dedicaron al comercio
a gran escala, al cobro de impuestos públicos, a contratistas de obras públicas,
etc. Otra categoría
dentro de los hombres libres la constituían los llamados clientes. Se trataba de ciudadanos
libres que voluntariamente se ponían bajo la protección de una persona rica (patronus –patrón-). En los primeros tiempos, la
clientela había supuesto una relación íntima y casi sagrada entre patrón y
cliente, pero se convirtió durante el imperio en una relación de alquiler: el
cliente pasó a ser una figura decorativa, mal pagada y peor tratada, en el
séquito de su señor. En el siglo II d. C. hay unos 150.000 clientes en Roma,
procedentes de los proletarios[2]. La inmensa mayoría de la población de Roma puede ser englobada bajo el nombre de tercer estado (plebeyos pobres), y en ella predominaba con mucho, sin duda alguna, el proletariado, cuya existencia giraba en torno al lema panem et circenses. Pero al lado de esta pobreza, había entre las gentes de humilde condición quienes disfrutaban de bienestar y de riqueza. Los esclavos eran sólo cosas, no seres humanos. El poder de sus amos sobre ellos era ilimitado, pudiendo incluso darles muerte, si bien en la época de la república su situación se hace más humana. El esclavo carece de bienes personales y no puede contraer matrimonio legal; podían elegir una compañera de esclavitud para celebrar con ella un matrimonio entre esclavos (contubernium). Los esclavos trabajaron en obras públicas, minas, canteras, explotaciones rurales, etc. Al lado de los servi privati estaban también los servi publici, propiedad del estado, que estaban empleados en los servicios públicos, como personal de bomberos, aguas, remeros, ayudantes de sacerdotes y magistrados, etc. Los esclavos
podían recuperar su libertad (manumisión), bien como recompensa a una
buena conducta bien porque el propio esclavo se la compraba a su amo. El esclavo
manumitido se denominaba liberto,
que goza de derechos limitados y continúa debiendo a su antiguo dueño respeto y
fidelidad. Las actividades comerciales, como también las artesanales, estaban en su mayor parte en manos de esclavos y libertos, porque los hombres libres, aunque fuesen pobres, consideraban estas profesiones como indignas de ellos. La situación de la mujer. En Roma, en los primeros tiempos, el pater familias
tenía un completo control sobre su esposa y su familia, pero en general la ley
romana concedía a la mujer más derechos que la griega. No vivían recluidas en
casa y comían con sus esposos; eran libres para abandonar la casa y visitar no
sólo tiendas, sino también lugares públicos como teatros y juzgados. Muchas
mujeres romanas de clase elevada eran influyentes y tomaban parte activa en los
asuntos sobre los que se discutía en sus casas. La mujer romana se casaba
generalmente entre los trece y los diecisiete años. Una vez dentro de su casa,
la mujer ocupaba una posición bastante independiente, sobre todo en época
imperial, cuando se consideró a la mujer como propietaria de los bienes que ella
había aportado al matrimonio. Así era lógico que las mujeres empuñasen con
frecuencia las riendas de la casa, mandando en ellas más que el marido e incluso
sobre él. La posición independiente que la mujer ocupaba en Roma bajo el Imperio llevaba aparejada una fuerte tentación que la empujaba a veces a romper las trabas impuestas a su sexo. Aunque no llegarían a hacerse frecuentes los casos de mujeres que participaban en torneos gimnásticos o que peleasen como gladiadores, sí fueron más frecuentes los casos de mujeres interesadas por la marcha de los asuntos del mundo y que tomaban parte activa de ellos. [1] Magistrado encargado de la administración municipal. [2] Proletarii: hombres para quienes la única riqueza es su descendencia.
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